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Educación Clásica

Actualizado: 25 may 2020

Douglas Wilson



Capitulo 1-

La necesidad de trabajo duro


Sin duda, dar a alguien lo que usted nunca ha recibido es difícil. Al principio, muchos padres son atraídos por la idea de la educación clásica por saber que fueron engañados en relación a su propia educación; ellos quieren que sus hijos sean enseñados de la forma en que ellos no lo fueron. El problema aquí es común a todas las formas de conversión, incluyendo las conversiones académicas - alguien se vuelve de lo conocido para abrazar lo desconocido. La palabra conversión viene del latín converto, que significa "me vuelvo". Girar, volverse de lo conocido a lo desconocido puede ser un poco enervante a veces.


Alguien puede inquietarse con lo que hoy se tiene por educación, sin entender de hecho lo que la educación debería ser. Llegar a este entendimiento más pleno es un proceso, y en las primeras etapas de ese proceso los padres reflexivos se sentirán como si sus esfuerzos fueran poco más que una farsa. Sus amigos pueden preguntar: "¿Quién se cree usted?". Si son lo suficientemente refinados para no hacer la pregunta en voz alta, usted aun podría hacer la pregunta por ellos.


La única forma de responder con éxito a estas preguntas deriva del compromiso con el trabajo duro en un largo período. Estamos tentados a pensar que sería genial si la educación pudiera ocurrir en un lugar paradisíaco. Sin embargo, no ocurre, y como padres diligentes, nos enfrentamos a dos áreas destacadas acerca de la necesidad del trabajo duro.

La primera es la necesidad de leer y leer algo de más... Una persona puede vender con éxito a alguien una aspiradora sin saber leer, pero no puede vender libros a alguien sin saber leer. La educación equivale al proceso de vender libros a alguien. Los padres que no leen no están preparados para proporcionar una educación clásica y cristiana a sus hijos. Por trágico que sea, incluso muchos cristianos son infectados por el enfoque de la "actitud positiva" para el aprendizaje. Queremos resultados iguales para esfuerzos desiguales, pero Dios no creó el mundo de esa forma. De él no se puede burlar; como regla, esfuerzos diferentes nos traerán resultados diferentes. Esto significa que no podemos buscar la educación clásica y cristiana como un capricho; no estamos comprando bambúes intelectuales para los niños.

Aunque el volumen de lectura es importante, la calidad de los libros leídos es mucho mas importante. Por eso, concluimos este libro con lecturas sugeridas para los padres. No todos los libros mencionados versarán “sobre” educación, pero todos estarán conectados de manera directa con la tarea de llevar este tipo de educación a sus hijos. Y a medida que estos libros sean leídos, ellos, a su vez, sugerirán lecturas adicionales.

Las listas aquí incluidas no pretenden marcar los puntos de partida, ni la línea de llegada. La razón para recomendar algunos libros puede no ser obvia de inmediato, y muchos padres cristianos pueden cuestionar si algunos de ellos son dignos de ser leídos. Pero para quien emprenda la tarea, las razones pronto serán obvias.

Una vez más, las listas no son exhaustivas, sólo son un buen comienzo. La lectura diligente está relacionada a la segunda área en la que el trabajo duro es necesario - el área de la instrucción.


Los hijos necesitan ser enseñados. A veces, un niño auto-motivado y brillante demostrará contar con la habilidad de convertirse en autodidacta, esto es, capaz de aprender por sí mismo. La habilidad de aprender por cuenta propia es el resultado normal de la buena educación, y no la causa de ella. Jesús nos enseña: "El discípulo no está por encima de su maestro, ni el siervo, por encima de su señor" (Mt 10.24).

Esto significa que debe haber un tiempo separado con consistencia para la instrucción en el hogar, y los padres instructores deben estar preparados para proporcionar la enseñanza. La lectura mencionada arriba es una parte significativa de esta preparación. La locuacidad, o la capacidad de "improvisación" no sustituyen a la lectura y el estudio. Y aunque es posible "impresionar" a los niños pequeños, vendrá un tiempo en que los niños mayores detectarán el fraude si usted no está preparado. Por ejemplo, en el área de la literatura, los estudiantes pueden leer y disfrutar de libros que sus padres no han leído, pero no pueden ser enseñados sobre la literatura no leída por los padres. Aún más, ellos no pueden ser enseñados sobre literatura que sus padres no estudiaron.


La última observación importante, con certeza, no es la última en el orden de importancia. La Biblia afirma que la doctrina -la enseñanza- debe ser adornada. Si ella no está adornada de manera graciosa y con una vida limpia, es probable que el niño empiece a imitar la hipocresía de los padres o se aleje con aversión de todo lo que le fue enseñado, incluyendo los aspectos verdaderamente valiosos. No deberíamos desear que nuestros hijos tomen ninguna de esas direcciones. Como consecuencia, el rigor del estudio clásico no debe confundirse con el rigor de la vida en un hogar desagradable. Considere la exhortación de un padre en un siglo pasado:

El carácter del niño está siendo formado bajo el principio de la creación, no de la elección. El espíritu del hogar es inhalado por la naturaleza de ella, día a día. La ira y la gentileza, la inquietud y la paciencia - los apetitos, las pasiones y maneras - todos los modos diversos de sentimientos exhibidos a su alrededor, pasados ​​a él como impresiones y transformados en semillas de su carácter; no porque los padres quieran, sino porque debe ser así, lo quieran o no. El espíritu del hogar se encuentra en los miembros del niño por creación, no por enseñanza, no por cualquier intento de comunicarlo, sino por estar en el aire inhalado por el niño... Entienda que el espíritu de la familia, la vida orgánica del hogar, el poder silencioso de la piedad doméstica, su manera de trabajar -de modo inconsciente y con efectos soberanos- es lo que forma a sus hijos para Dios.


1 Horace Bushnell, Christian Nurture. Cleveland: The Pilgrim Press, 1994 [1861], p. 36, 119.


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