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El Predicador habla filosofía


Por: Vincent Cheung


El Predicador se dirige a una multitud, y dice: “Jesús el Logos, la Palabra, es la luz de la mente. Todo aquel que lo sigue no andará más en las tinieblas epistémicas, sino que tendrá la luz de la verdad”.

Algunos evidencialistas lo desafían: “Tú haces de la Palabra su propio testigo. Tu filosofía es circular”.

El Predicador responde: “Aunque la Palabra se autentique a sí misma, su testimonio es válido, pues ella contiene todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Ustedes no reconocen a la palabra por lo que es, porque juzgan a través de estándares humanos. Si la Palabra juzga, su juicio es verdadero, pues se testifica a sí misma, y Dios testifica por ella.

Entonces le preguntaron: “Si no juzgamos por medio de estándares humanos, ¿Cómo reconoceríamos a este Dios?”.

“Ustedes no conocen a la Palabra ni a Dios”, replica el Predicador. “Si conocieran la Palabra, también conocerían a Dios”.

Una vez más el Predicador les dice: “La Palabra produce un sistema de conocimiento, y ustedes han intentado entenderlo y copiarlo, pero su filosofía perecerá en imposibilidades epistemológicas y auto contradicciones lógicas. Lo que la Palabra produce, ustedes no pueden dividir o duplicar”

Esto hace que los evidencialistas se pregunten: “¿Acaso inventará cosas o hará deducciones sin usar los métodos de descubrimiento basados en la autonomía y habilidad humana, tales como la sensación e intuición? ¿Por qué dice, lo que la Palabra produce, ustedes no pueden dividir o duplicar?”.

Pero él continua: “Su filosofía es de aquí, de abajo; la Palabra es de arriba. Su filosofía es de este mundo; la Palabra no es de este mundo. Yo les dije que su filosofía morirá en imposibilidades y auto contradicciones. Si no creen en lo que la Palabra dice sobre sí misma, su pensamiento terminará en ignorancia y escepticismo, incapaz de conocer todo lo demás”.

“¿Qué es esta Palabra? ¿Cómo sabes lo que es la Palabra?”, preguntan ellos.

“Exactamente lo que les he dicho todo el tiempo”, responde el predicador. “Tengo muchas cosas que decir y juzgar al respecto de su filosofía. Pero la Palabra merece confianza, y lo que aprendí de ella hablo al mundo”.

Ellos no entienden que él está hablando sobre la Biblia, o el contenido intelectual de la Biblia, la revelación de Dios. Entonces, el Predicador les dice: “Cuando ustedes inquieran en su cosmovisión hasta sus principios últimos, entonces conocerán la necesidad y exclusividad de la revelación bíblica, y que ella es lo que afirma ser, y que ella no contiene más que lo que Dios reveló. Aquel que la inspiró está detrás, pues ella es la expresión exacta de su mente”.

Ahora algunos afirman presuponer la Biblia.

A estos presuposicionalistas, el Predicador dice: “Si ustedes se apegan a la Palabra como a su primer principio, entonces serán realmente sus discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.

Ellos le responden: “Nuestra filosofía presupone a la Trinidad Ontológica y toma a la fe en Dios como propiamente básica. Nunca fuimos esclavos de otro principio. ¿Por qué dices que seremos libres?”

El Predicador replica: “Les digo la verdad: todo aquel que pone otro principio antes de su conocimiento de la revelación es un esclavo de dicho principio. Una filosofía que está esclavizada a un principio ajeno no puede tener lugar bajo la filosofía de la Palabra. Su filosofía también morirá en imposibilidades y contradicciones. Pero si la Palabra de Dios los liberta, ustedes serán verdaderamente libres. Yo sé que afirman presuponer la Palabra. Pero, están dispuestos a renunciar a mí, pues en ustedes no hay lugar para lo que digo. Les estoy diciendo esto a partir de mi axioma, y ustedes se comportan de acuerdo al suyo”.

“La Escritura es nuestro primer principio”, le responden ellos.

“Si la Escritura fuese su primer principio, dice el Predicador, entonces comenzarían a partir de la Escritura. Pero ustedes están dispuestos a desecharme a mí, un hombre que les habló la verdad que aprendió de la revelación bíblica. La Escritura no les enseña a actuar así. Ustedes están haciendo las cosas que su axioma les exige”.

“No somos filósofos irracionales e irreverentes”, protestan ellos. “El único primer principio que tenemos es Dios mismo”.

El Predicador les dice: “Si Dios fuese el primer principio de ustedes, concordarían conmigo, porque mi sistema coloca Su Palabra en primer lugar. Yo no invente mi filosofía, Él me la reveló. ¿Por qué mi lenguaje no es claro para ustedes? Porque son incapaces de oír lo que digo. Ustedes pertenecen a su primer principio, la confiabilidad humana para hallar la verdad (sea por sensación o intuición), y desean cumplir todo lo que este principio les exige. Él es un fracaso epistémico desde el comienzo, incapaz de hacer contacto con la verdad , la realidad, o la revelación que afirman presuponer, pues conocer a partir de la sensación o la intuición es imposible. Cuando produce falsedades, hace lo que le es natural, pues es falso y padre de falacias. Sin embargo, ustedes no creen en mí, ¡porque les digo la verdad! ¿Quién de ustedes puede refutarme o defender su método humano de descubrir la verdad? Si estoy diciendo la verdad ¿Por qué no creen en mí? Aquel que tiene la revelación como su primer principio se somete a él y excluye a todos los demás. La razón de que no se sometan a él y excluyan a los demás es que no tienen a la revelación como primer principio”

Los presuposicionalistas le responden: “No teníamos razón al decir que eres un tonto arrogante?”

“Yo soy tonto y arrogante”, dice el Predicador, “pero honro a la Palabra y ustedes me deshonran. No procuro vindicación para mi mismo; pero, hay quien la busca y juzga. De cierto les digo, si alguien rechaza la sensación, intuición y otros métodos centrados en el hombre, y se apega verdaderamente solo a la Palabra como su primer principio, se volverá invencible”.

Al oír eso, los presuposicionalistas exclaman: “¡Ahora sabemos que estas loco y eres un orgulloso! Los apologistas y filósofos que seguimos no afirman ser invencibles, pero tú dices que si alguien adopta tu sistema nunca será derrotado ¿Eres acaso mayor que estos apologistas? ¿Quién te crees que eres?”.

El predicador les responde: “Si afirmo ser invencible en mi mismo, mi afirmación no significa nada. La Escritura, que ustedes dicen tener por axioma, es quien enseña ese procedimiento. Ustedes no conocen la Escritura, pero yo la conozco. Si dijese que no la conozco sería mentiroso como ustedes, pero yo de hecho la conozco y obedezco. Los apologistas a quienes idolatran se regocijaron en el pensamiento de una filosofía Escritural. Ahora ellos la ven y la aprueban”.

“¿No tienes aún cincuenta años”, dijeron ellos, “y sabe lo que ellos pensaban?”

“Yo les digo la verdad”, responde el Predicador, “¡ellos pusieron el cimiento para esto!” Al oírlo, ellos crujieron los dientes y cerraron los puños, y juntos comenzaron a criticarlo, calumniarlo, y denunciarlo, pero el Predicador siguió su camino, y continuó con la misión que Dios le dio.

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