Enseñando el Trivium: LAS IMPLICACIONES DEL MANDAMIENTO FAMILIAR
- Los pensadores
- 9 jun 2020
- 9 Min. de lectura
Por: Harvey y Laurie Bluedorn
El primer y gran mandamiento requiere que los padres enseñen a sus hijos la verdad de la palabra divina. Padres e hijos se benefician enormemente del
Mandamiento. Nuestro propio conocimiento y comprensión de la verdad aumenta cuando lo comunicamos a los niños. El aprecio que los hijos tienen por nosotros los padres, así como la confianza, aumenta cuando reciben nuestra instrucción. Algunos, pueden objetar diciendo que “es mejor dejar la tarea a los profesionales”. Dios no lo creía así cuando nos dio el mandamiento. El creo un sólido cuadro profesional de sacerdotes y levitas. Algunos de ellos fueron asignados para cumplir la tarea de enseñar a los padres. Sin embargo, Dios no confió la tarea de educar a los niños a estos maestros profesionales, pero si a los padres. Por medio de la convivencia cotidiana, las familias pueden compartir informaciones a través de generaciones del modo que ningún profesor contratado es capaz, por no decir autorizado a hacer. (Los educadores socialistas reconocen este principio y ahora están reformando las escuelas primarias, convirtiéndolas, en sus propias palabras en, "la nueva familia”) Cuando el trabajo de instrucción es quitado de la familia, padres e hijos son engañados y toda la familia sufre.
Ahora bien, ¿por qué abandonar en manos extrañas la tarea que está de tal modo bajo su supervisión, que Dios y la naturaleza— así como su cuidado — parecen de unísono haber delegado a usted? (Tiriconium; o, William's Review of Schools Cowper, 1785).
El mandamiento también se ha dado para garantizar la pureza y perpetuidad de fe. La religión verdadera - transmitida fielmente de generación en generación por múltiples familias dedicadas: será más pura y menos abierta a difundir la corrupción que la religión dejo pasar por un pequeño grupo de "profesionales" interesados en ellos mismos. ¿Será mera coincidencia que la disminución de la verdadera devoción familiar es inversamente proporcional al surgimiento de la educación religiosa profesional? La mejor manera de ayudar a la familia debe ser salir de su camino y dejarla hacer el trabajo que Dios le ha designado. La educación es una función de la familia ordenada por Dios. ¿Quienes somos nosotros para hacer inútil el mandato divino por mantener nuestra tradición (Mateo 15: 6; Marcos 7: 9)? Se necesitan padres y abuelos piadosos para enseñar y capacitar a niños piadosos.
Doy gracias a Dios por [...]trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, [...]. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
(2 Timoteo 1: 3,5; 3: 14-15).
LAS IMPLICACIONES MAS
AMPLIAS DEL MANDAMIENTO
Nuestra cultura está siendo manipulada para adorar al estado. Vemos al estado como un dios, con el derecho de controlar todo lo que quiera. El estado está siendo facultado para controlar el destino de los recursos humanos, el poder de predestinar. Nuestra cultura nos enseña a pensar del Estado como titular del derecho natural a controlar la educación de los niños para el bien de la sociedad, después de todo, el estado democrático es la encarnación de la sociedad. Nuestra cultura nos enseña que el estado tiene un compelling interest 1 (interés convincente) con respecto a su supervivencia y éxito. De ahí la razón por la cual el Estado ejerce control sobre los niños: son el futuro. Aunque esta doctrina rara vez es expuesta en términos tan explícitos, sin embargo, es la declaración implícita de casi todos los programas estatales. El estado busca saber todo de nosotros. Él busca estar en todas partes de nuestras vidas. El estado desea controlar todo en la sociedad. El estado es la encarnación del dios del humanismo. El hombre, a través del estado, se convirtió en la medida de todas las cosas. La promesa del tentador en el jardín del Edén finalmente se hizo realidad en el estado Socialista. El hombre es un dios que determina por sí mismo el bien y el mal, mide todas las cosas según sus estándares inventados, lejos de los estándares revelados por Dios.
Solo hay una forma de derrotar al estado socialista. No es con el aparato político y los votos. No es con peticiones y protestas. Es con una educación piadosa y controlada por los padres a sus propios hijos. El socialismo destruye el vínculo natural entre padres e hijos: esta es una parte necesaria de la agenda
Socialista. A menos que se rompan estos lazos, el estado no tendrá el poder para controlar el futuro. La educación controlada por los padres frustra este propósito. De ahí que el estado socialista trabajó tan duro para convertir el vínculo paterno en una carga e inducir a los padres a desear romper este vínculo siempre que sea posible.
Desde un punto de vista práctico, la educación en el hogar es mal considerada por el estado socialista, porque fortalece el vínculo entre padres e hijos y controla el futuro. La familia es el enemigo público número uno del socialismo, y practicar el cristianismo bíblico es un crimen de lesa majestad contra el Estado.
No fue el estado que engendró a nuestros hijos y nos los dio; no podemos confía en él para instruirlos y ni siquiera debemos dejar que nos los quite.
He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.
(Salmos 127:3)
Los niños no están bajo la autoridad, protección y tutela del estado o de la iglesia, sino de los padres. Los padres son responsables ante Dios por el camino en el que se crían sus hijos. Excepto en circunstancias atípicas o inevitables, nosotros, los padres, responderemos a Dios por quien educa a nuestros hijos y por el modo con que son educados. Dios no va a culpar a los padres por cualquier falla en el gobierno o la iglesia.
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. […].Y vosotros, padres, […] criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
(Efesios 6:1-4)
En 1973, cuando éramos recién casados, mi esposa y yo acordamos en ese momento nunca enviar a nuestros hijos a escuelas controladas por el gobierno. Nuestra promesa no fue una reacción a la condición de la educación socializada. En ese momento, las escuelas gubernamentales no eran tan abiertamente peligrosas como hoy. Nuestro compromiso con la educación controlada y dirigida por los padres comenzó cuando hicimos un voto de matrimonio para educar a nuestros hijos en el temor del Señor. Nuestra promesa en ese momento era filosófica. Solo nosotros los padres tenemos la autoridad dada por Dios y la responsabilidad hacia él, de educar a nuestros hijos en conocimiento y temor del Señor.
Desde entonces desarrollamos muchas otras razones para enseñar en casa, pero todas permanecen subordinadas a las primeras. Sabemos que a ciertas personas no les gusta cuando hablamos de educación controlada por el gobierno. Pero nuestra oposición a la educación pública no está relacionada con la calidad académica de la educación, por mala que sea; ni con irreligiosidad del currículum, aunque también es una consideración importante, ni con los peligros del aula, otra consideración importante. Todo esto consiste sólo en las inevitables consecuencias morales del error fundamental: actuar de modo contrario al orden divino al retirar de los padres el control de la educación y otorgarlo a otros, como el Estado y la iglesia.
La tarea permanece con los padres. Esta es la doctrina protestante, la doctrina de la Biblia. Ni el estado ni la iglesia deberían usurparlo; sin embargo, las dos instituciones deberían iluminar, alentar y ayudar a los padres en esta tarea inalienable (Discusiones, Robert L. Dabney, Vol. IV. Secular, 1876, p.223).
Si bien hay muchas otras razones prácticas para alejarse del sistema educativo controlado, todos ellas están subordinadas a esta:
Estoy seguro, tanto como de mi pertenencia al reino de Cristo, que el sistema educación nacional amplio y centralizado, separado de la religión, según lo propuesto ahora, demostrará ser el aparato más abominable jamás visto por el mundo arrendado al pecado, para la propagación del escepticismo anticristiano y ateo, de la ética antisocial y nihilista; en el ámbito individual, social y político (Alexander A. Hodge, teólogo de Princeton, alrededor de 1869).
Sordo a la más sensible petición de la naturaleza,
No lo dejarías a la deriva en la corriente marítima
Ni dirías — “Ve” — sabiendo que en el camino
Hay arenas movedizas y nidos de víboras;
Así sólo gobernado por este precepto de la piedad natural,
No lo envíes al colegio.
(Tiriconium; o, The Review of Schools por William Cowper, 1785.)
Objeción: Los padres deben colocar a sus hijos en las escuelas gubernamentales como
"Sal" al sistema.
Respuesta: Esto se refiere a Mateo 5:13, que dice: "Tú eres la sal de la tierra".
Pero el verso continúa diciendo: pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Lo que sigue es una clase corta de historia de la química.
Si tratamos de eliminar el sabor de la sal de cocina, la sal sería completamente disuelta y eliminada; No quedaría nada más. Esto se debe al hecho de que la sal de cocina de hoy está compuesta de cristales puros del compuesto química que llamamos cloruro de sodio. Sin embargo, la "sal" de la Tierra del Israel bíblico no estaba compuesta de cloruro de sodio puro. En ella había cloruro de sodio y otros compuestos e impurezas. De hecho, fue posible eliminar el cloruro de sodio de la sal vieja, que eliminaría el sabor salado, pero aún por lo tanto, habría un "residuo" sustancial. Todavía se vería como sal, pero le faltaría sabor salado o "sabor". Esta "sal" lavada perdió todas sus propiedades beneficiosas: preservar alimentos, fertilizar el suelo, limpiar heridas, aumentar el gusto y, sobre todo, mantener la vida. Una vez que se ha eliminado el cloruro de sodio, la "Sal" no era más que un puñado de arena. En realidad era arena. Los hombres pavimentaban las vías literalmente con esa arena. Por eso Jesús dijo: “Para nada más es bueno, sino para ser echado fuera, y ser pisoteado por los hombres.
La verdadera pregunta es: “¿Nuestros hijos actuarán como la sal en la escuela controlada por el gobierno para mantenerla, preservarla, fertilizarla, limpiarla y darle sabor a ella; o la escuela controlada por el gobierno eliminará el sabor y la utilidad de nuestros hijos para hacerlos sal inútil?”. ¿Quién está eliminando — o enseñando —en la escuela controlada por el gobierno? Los educadores socialistas pueden no ser siempre eficientes enseñando habilidades académicas, pero son muy hábiles y eficientes en la transmisión, de maneras siempre tan sutiles, de la visión del mundo humanista. El padre de la educación socialista moderna es John Dewey. Dewey era un humanista dedicado y autor del primer manifiesto humanista. Los humanistas declaran abiertamente su intención. Ellos pretenden salar a nuestros hijos con la filosofía del humanismo.
Charles F. Potter, un destacado humanista, escribió en la revista Humanist [Humanista] (1930):
La educación es, por lo tanto, el aliado más importante del humanismo y de todas las escuelas públicas. El estadounidense es humanista. ¿Qué puede hacer la escuela dominical teísta, ya que se reúne una hora a la semana y enseña a una fracción de los niños a contener la marea de programas de enseñanza humanista de cinco días?
Otro humanista importante, John Dunphy, escribió en Humanist
Magazine [Revista humanista] (enero / febrero 1983):
Estoy convencido de que la batalla por el futuro de la humanidad debe librarse y ganarse en las aulas de las escuelas públicas por maestros que entienden de forma correcta su papel de proselitistas de la nueva fe: la religión de la humanidad. [...] los maestros deben incorporar la misma dedicación desinteresada que los predicadores fanáticos fundamentalistas, porque serán otro tipo de predicadores, usando, en lugar del pulpito el aula. [...] El aula debería convertirse, y lo hará – en la arena del conflicto entre lo viejo y lo nuevo: el cuerpo podrido del cristianismo, con todas sus miserias y males adyacentes, y la nueva fe del humanismo.
Nuestros hijos no vienen con sal. La tarea que nos ha dado Dios como padres es llenarlos con sal. A este proceso lo llamamos educación.
Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
(Proverbios 22:6)
Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
(Efesios 6:4)
El pasaje literalmente dice: "Nútrelos en la corrección y el consejo del Señor”. En otras palabras, no los provoques a la ira, sino a la justicia. Cuando alimentamos a nuestros hijos, actuamos como sal en ellos: preservamos su integridad, fertilizamos su mente, limpiamos su camino y les damos el particular sabor cristiano de la vida.
¿Nuestros niños están preparados para entrar en la batalla contra el gigante Filisteo de la educación humanista? David se probó primero con una honda delante de leones y osos antes de lanzarse contra el gigante Goliat ¿Se han probado nuestros hijos con las armas de la guerra cristiana? (Romanos 13:12; 2 Corintios 10: 4,5; Efesios 6: 10-18). Solo después de la madurez de nuestros hijos y haber sido probados en la corrección y el consejo del Señor es que podemos enviarlos a la batalla contra el filisteo humanista. Sin embargo, si enviamos a nuestros hijos para que sean discipulados por el sistema humanista, podemos esperar que cualquier sal que les transmitamos sea continuamente eliminada por la corriente constante del humanismo contaminado. La sal pronto perderá su sabor y no será útil para nada. No es de extrañar que los cristianos sean echados fuera y pisoteados por los hombres. Si tuviéramos algo de sal, los enemigos intentarían matarnos. En vez de eso, sólo pisan sobre nosotros.
Un siglo de cristianos enviando a sus hijos a escuelas controladas por el gobierno ha eliminado la salinidad del cristianismo para que ahora tengamos una generación de cristianos que ni siquiera saben qué es la cultura cristiana. Ahora nos esforzamos por levantar padres cristianos que sean "la sal de la tierra" al salar niños en el temor del Señor.
RESUMEN Y CONCLUSIÓN
Entonces, ¿por qué los padres cristianos deben controlar la educación de sus hijos?
En resumen, los padres deben controlar la educación de sus hijos por tratarse de su responsabilidad ante Dios. No es responsabilidad del Estado, iglesia, economía, ni la sociedad en general. Aunque hay muchas razones prácticas para alejarse del sistema educativo del gobierno, ellas están subordinadas a la cuestión de la responsabilidad y el control.
Comments