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Filosofía para principiantes: Agustín

Por: Dr. R.C. Sproul





El doctor de la Gracia.

si la civilización occidental fue “salvada” de la desintegración en la barbarie por Sócrates, Platón y Aristóteles, se puede decir que la llegada del cristianismo y la filosofía cristiana tuvieron un efecto salutífero semejante.

La época de los años dorados de Grecia comenzó a declinar tras la muerte de Aristóteles, y no demoro en deteriorarse con los movimientos filosóficos posteriores. Así como el impasse metafísico entre Heráclito y Parménides genero una era de críticas y sofismas, el impasse entre Platón y Aristóteles llevo a una nueva onda de escepticismo filosófico.

Las únicas dos escuelas filosóficas mencionadas por el nombre en el nuevo testamento son la de los Estoicos y la de los Epicúreos, que el apóstol Pablo encontró en el areópago en Atenas (Hechos 17:18). Eran dos escuelas rivales fundadas más o menos en la misma época, por el 300 A.C. el Estoicismo fue fundado por Zenón de Citio y Epicureismo por Epicuro.

A pesar de que las dos escuelas intentaron huir del creciente escepticismo que siguió el rastro de Aristóteles, ellas claramente se distanciaron, en términos de enfoque y énfasis, de la búsqueda metafísica de la realidad fundamental.

Los estoicos

Los estoicos desarrollaron una cosmología materialista. Dieron énfasis a la idea de Heráclito del fuego seminal que determina todas las cosas, el lógos spermatikos. Este lógos universal produce simientes o “chispas”, los logoi spermatikoi, en todas las cosas, de modo que cada persona tiene en si una chispa de lo divino.

La preocupación central del estoicismo fue la filosofía moral. La virtud es encontrada en la reacción de la persona al determinismo materialista. El ser humano no puede determinar su propio destino. Él no tiene control sobre lo que le acontece. Su libertad es restringida a su reacción o actitud interior a lo que le sobreviene. El objetivo de la vida virtuosa es la ataraxia filosófica, objetivo que los estoicos compartían con los epicúreos.

¿Qué es ataraxia? La palabra es raramente oída en español, a no ser tal vez como sinónimo de tranquilizante. La palabra griega puede ser traducida mas o menos como “paz interior” o “tranquilidad del alma”. Tanto estoicos como epicúreos buscaban la ataraxia, pero ellos divergían radicalmente sobre la forma de alcanzarla.

Los estoicos buscaban la ataraxia por la práctica de la “imperturbabilidad”, la aceptación del destino personal con serenidad y coraje. Su música lema podría habar sido: “que será, será”. La persona sabia encontrar virtud en la fuerza de voluntad. El secreto de una vida buena y feliz es saber lo que esta bajo nuestro control y lo que no esta. Sócrates era un modelo heroico para los estoicos, en virtud de la serenidad con que enfrento su ejecución. Mas tarde, Epicteto dijo: “no puedo escapar de la muerte, pero ¿será que no puedo escapar al miedo de la misma?”. (1)

Las ideas de los antiguos estoicos constituyen lo que hoy describimos como una actitud estoica en relación a la vida, la filosofía de la “cabeza erguida”, por lo cual nada jamás nos sacude o nos hace perder las esperanzas. En aquel que perfecciono la practica de la imperturbabilidad, el alma permanece en estado de felicidad tranquila.

Los Epicúreos

Los epicúreos, a su vez, rechazaban el determinismo materialista y afirmaban un ámbito mucho más amplio de la libertad humana. Ellos eran hostiles a la religión, porque creían que ella genera un temor supersticioso y debilitante. Entendían que la filosofía liberta de un modo humano a las personas de su esclavitud a la religión.

Los epicúreos buscaban la ataraxia por lo que yo llama “hedonismo refinado”, en contraste con formas rudas y groseras de hedonismo. El hedonismo refinado define el bien como obtención de placer y ausencia de sufrimiento.

Los antiguos cireneos eran un ejemplo de hedonismo grosero. Eran glotones, buscando el placer físico en el grado máximo. La idea cirenaica fue mostrada por películas de Holywood que retrataban antiguas orgías y fiestas donde las personas se llenaban de comida y bebida, para después provocar el vomito con un dedo en la garganta y atragantarse de nuevo. Los cireneos se saciaban con comida, bebida y sexo, buscando atender a todos sus deseos y satisfacer cualquier apetito físico.

A diferencia de los cireneos, los epicúreos buscaban un gozo refinado y sofisticado del placer, portándose con moderación. No seguían la formula simplista “comamos y bebamos, pues mañana moriremos”, ellos entendían que hay diferentes tipos de placer: los placeres de la mente, más allá de los placeres del cuerpo. Algunos placeres son intensos, pero de corta duración. La preocupación con el placer intenso y apenas físico lleva inevitablemente a dos cosas que se quiere evitar: infelicidad y sufrimiento. El objetivo de los epicúreos no era la embriaguez que lleva inevitablemente a una resaca sino a la ausencia de dolores en el cuerpo y la presencia de paz interior, la ataraxia.

Los epicúreos procuraban escapar de la “paradoja hedonista”: la búsqueda del placer acaba apenas en frustración (cuando el objetivo no es alcanzado) o en tedio (cuando se alcanza el objetivo). Tanto la frustración como el tedio son tipos de sufrimiento que son la antitesis del placer. Por esto, los epicúreos buscaban no el placer máximo, sino el placer optimo. Ellos concluyeron que la dieta de pan y agua de un sabio tiene más oportunidad de traerle felicidad que la comida excelente de un glotón.

Los escépticos

El reavivamiento del escepticismo después de Aristóteles puede ser vinculado a Pirro a Arcesilao, que fundaron dos escuelas, el Pirronismo y el escepticismo académico respectivamente.

Los escépticos echaron dudas tanto sobre las obras de Platón como de Aristóteles. Arcesilao, que se volvió director de la Academia de Platón en el tercer siglo A.C, rechazo la filosofía metafísica de Platón. Negó que la verdad pueda ser descubierta con certeza y creo en su lugar la filosofía de la probabilidad.

El escepticismo fue codificado por sexto empírico por el 200 A.C. él afirmo que, para cada proposición filosófica, una proposición contraria de igual peso y fuerza puede ser levantada (anticipando hasta cierto punto a las “antinomias” de Immanuel Kant en la época moderna). Los escépticos no abandonaron la búsqueda de la verdad. En verdad la persiguieron con empeño. Su tendencia, sin embargo, era abstenerse de cualquier conclusión. Ellos reflejan la descripción bíblica de los que están siempre buscando la verdad sin jamás alcanzarla (2 Tm 3:7). Preferían no llegar a conclusiones firmes, en la convicción de que la búsqueda de la verdad no puede ir tan lejos. Tomaban especial cuidado de no sacar conclusiones de las percepciones de los sentidos, porque estos fácilmente nos engañan. Igualmente echaban dudas sobre axiomas morales, prefiriendo suspender el juicio de cuestiones éticas. El dogma era el enemigo de ellos.

El escepticismo inicialmente influencio la búsqueda de la verdad emprendida por Agustín, sin embargo hubo otras dos fuerzas importantes que alteraron el ambiente intelectual de los siglos que lo precedieron. La primera, es evidente, fue la llegada del cristianismo. La iglesia antigua puso el mundo patas para arriba, y en un periodo de tiempo impresionantemente corto, el cristianismo suplanto a la filosofía griega como la cosmovisión dominante. Los griegos, sin embargo, no se rindieron sin dar lucha. El neoplatonismo, la segunda fuerza importante, tomó forma y represento un enorme desafió al cristianismo.

Los Neoplatónicos

Plotino (204-270 d.C.) era de Egipto, donde conoció las teorías de los antiguos griegos, así como al judaísmo helenista y al Cristianismo. Él se mudo para Roma a los 40 años de edad y procuro concientemente desarrollar una filosofía que sirviese de alternativa al cristianismo. Su intención era reavivar el platonismo, pero modificándolo para tratar la principal cuestión levantada por el pensamiento cristiano: la salvación. Su filosofía fue ecléctica y sincrética, tomando prestado elementos de varios filósofos. Él rechazo el materialismo de los estoicos y de los epicúreos, el esquema de forma y materia de Aristóteles y la doctrina judeocristiana de la creación.

Dios esta en el centro del neoplatonismo, al que Plotino llamó “el Uno”. En último análisis, dice Plotino, toda realidad fluye o emana del Uno. El Uno, sin embargo no crea, porque esto lo ligaría a un acto de mudanza. En vez de esto, el mundo emana necesariamente del Uno, de modo análogo a los rayos del sol que emanan de su núcleo. La realidad esta estructurada en camadas o modos que emanan del Uno. Cuanto mas lejos la realidad esta del centro del Uno, mas material se vuelve.

Plotino es muchas veces considerado un tipo de panteísta, ya que cree que toda la realidad en el fondo, es un modo del Uno. Pero él insiste en cierta forma de trascendencia del Uno que es mas elevado como ser puro que los modos de ser que le están subordinados. El primer nivel de emanación es el nivel de la Nous o mente, que es eterna y esta fuera del tiempo. Ahí esta el mundo de las ideas de Platón. De la Nous se origina el mundo del alma, y de esta deriva el de la materia, el más bajo de todos.

El Uno en si es inefable. Él no puede ser captado por la razón ni percibido por los sentidos. Es conocido solamente por la intuición o percepción mística. Ningún atributo positivo le puede ser acreditado; él puede ser descrito apenas “por medio de la negación”, o por la vía negaciones. O sea, podemos decir sobre Dios solamente aquello que él no es.

Este método de negación funciona hasta cierto punto en la teología cristiana. A pesar de que el cristianismo también tenga un “medio de afirmación”, él emplea la vía de la negación cuando describe a Dios como infinito (no finito) inmutable (no mutable), increado (no creado), y así en adelante.

El doctor de la gracia

Trazamos un rápido panorama de los movimientos más importantes de la filosofía entre la época de Aristóteles y la de Agustín, a fin de comprender mejor las cuestiones de peso con la que Agustín tuvo que lidiar.

Agustín Nació en el 354 d.C. en la ciudad de Tagaste, en Numídia (actual Argelia). Su padre era pagano, y su madre, Mónica, una cristiana devota. Agustín murió en el 430 d.C., después de distinguirse como el supremo “doctor de la gracia”. Él fue el mayor filosofo-telogo cristiano del primer milenio y talvez de toda la era cristiana.

Agustín cuando era joven manifestó unas ansias extraordinarias por el conocimiento. Después de haber leído a Cicerón a la edad de 19 años, Agustín consagro su vida a la búsqueda de la verdad. Paso por diferentes periodos de crecimiento y revueltas. Al principio rechazo el cristianismo y adopto la filosofía dualista del Maniqueísmo. Más tarde abrazo el escepticismo y después pasó por un periodo de neoplatonismo. En el 386 experimento la conversión al cristianismo. 10 años después de su conversión ya era obispo, función que mantuvo hasta su muerte. Su obra fue voluminosa, y en ellas se destacan, las confesiones y la ciudad de Dios (2). Él defendió la ortodoxia cristiana en embates teológicos terribles con herejes, en las controversias Donatistas y Pelagianas.

Se dice que Agustín consiguió hacer una síntesis filosófica entre platonismo y Cristianismo, sin embargo su obra no da evidencias de un sistema como tal. Sus reflexiones sobre las áreas fundamentales de la epistemología, creación, problema del mal y la naturaleza del libre arbitrio son de importancia permanente. Él influencio el desarrollo de la doctrina de la iglesia, de la doctrina de la trinidad y de la doctrina de la gracia en la salvación.

Agustín combatió todas las formas antiguas de escepticismo, procurando establecer un fundamento para la verdad. Él busco la verdad en la mente o en el alma, volviéndose el padre de la introspección psicológica. Busco una verdad que no fuese solo probable, sino eterna inmutable e independiente. Él tenía noción de las limitaciones de conocimiento sensorial y de la propensión de los sentidos a eludirnos, lo que él ilustro por el ejemplo del remo: desde la perspectiva del ojo, un remo en el agua esta quebrado, cuando en verdad continua recto.

Agustín procuro áreas de certeza y las descubrió en el campo de lo racional y de lo matemático, así como en al autoconciencia. En el acto de la autoconciencia, la realidad objetiva de la mente es conocida inmediatamente con certeza. Mucho antes de que Rene Descartes hubiere formulado su famosa máxima: cogito, ergo sum (“pienso, luego existo”), Agustín ya había formulado el argumento. Él combatió el miedo a errar de los escépticos académicos y su probabilismo diciendo: “erró, luego existo”. Él decía que una persona que no existe no puede errar. Por eso, si alguien yerra, no puede hacerlo sin antes existir. Así, hasta los errores sirven de evidencia de la existencia.

Agustín también afirmo que la ley de la no contradicción no puede ser cuestionada, pues ha de ser considerada y usada en cada esfuerzo de negarle. Por tanto negar la ley de la no contradicción, o “contradecirla” es, de hecho lo mismo que afirmarla.

Agustín veía la matemática como fuente de verdad objetiva e indubitable. Como la lógica, la matemática no depende de datos sensoriales para establecer su verdad. 2 + 3 no solo son 5, sino que 2+ 3 siempre serán 5 bajo cualquier condición.

Verdad y revelación

La noción de la revelación divina era central en la epistemología, o teoría del conocimiento, de Agustín. Él entendía que la revelación es la condición necesaria para todo conocimiento. Así como platón argumento que, para escapar de las sombras en el mundo de las cavernas, el prisionero precisa ver las cosas a la luz del día, Agustín argumentaba que la luz de la revelación divina es necesaria para el conocimiento.

La metáfora de la luz es esclarecedora. En nuestro presente estado terrenal estamos dotados de la capacidad de ver. Tenemos ojos, nervios ópticos, etc. Todo el equipamiento necesario para ver. Pero el hombre con la visión más aguda del mundo no podrá ver nada si estuviese encerrado en un cuarto totalmente oscuro. Así, del mismo modo en que una fuente externa de luz es necesaria para ver, la revelación externa de Dios es necesaria para conocer.

Cuando Agustín habla de revelación, no esta hablando solo de la revelación bíblica. Él también esta preocupado con la revelación “general” o “natural”. Mas allá de que todas las verdades encontradas en la Biblia dependen de la revelación de Dios, toda verdad, incluyendo la verdad científica, depende de la revelación divina. Es por esto que Agustín incentivaba a sus alumnos a aprender lo máximo que pudiesen sobre el mayor número de temas posibles. Para él toda verdad es verdad de Dios, y cuando alguien encuentra la verdad, encuentra a Dios, a quien ella pertenece.

Incluso en el acto de auto-percepción o conciencia, cada persona esta inmediatamente conciente de Dios. Cuando tomo conciencia de mi mismo, estoy al mismo tiempo conciente de mi finitud y de Dios que me hizo. Para Agustín, el conocimiento de si mismo y el conocimiento de Dios son los objetivos gemelos de la filosofía. Como Juan Calvino discípulo de Agustín, observo mas tarde, hay una relación de dependencia mutua, simbiótica, entre el conocimiento de Dios y el conocimiento de si mismo. No puedo conocer a Dios sin antes estar conciente de mi mismo en el pensamiento, sin embargo no puede conocerme realmente a no ser en mi relación con Dios.

Agustín formulo también la premisa que Calvino mas tarde llamaría sensus divinitatis, el conocimiento inmediato de Dios innato al alma humana. Todas las personas saben que Dios existe, a pesar de que no todas las personas admitan que lo conocen. Su pecado primordial es el rechazo a honrar a Dios como Dios, rechazando reconocer lo que saben que es verdad. El desprecio de las personas en relación a la existencia de Dios es intencional y por eso es pecaminoso.

Conocimiento y Fe

La fe, según Agustín, es un ingrediente esencial del conocimiento. Agustín no restringe su noción de fe a lo que nosotros típicamente identificamos como fe religiosa. La fe también abarca una convicción provisoria de las cosas antes de poder validarlas por la demostración. Él adopto el famoso lema: credo ut intelligam (“creo a fin de entender”).

En este sentido, la fe antecede a la razón. Todo conocimiento comienza en la fe. Cuando éramos niños, aceptábamos por la fe lo que nos era enseñado. Creíamos en nuestros padres y profesores hasta que pudimos verificar por nosotros mismos lo que ellos nos decían. Podemos dudar de la advertencia de nuestros padres de que el fuego es caliente, pero basta con tocarlo para comprobar su veracidad.

Comenzamos aprendiendo por medio de la confianza o fe provisoria. En este punto Agustín tiene el cuidado de observar la diferencia entre fe y credulidad. A pesar de que la fe antecede a la razón en un sentido, en otro se da lo inverso. No puedo creer en algo manifiestamente irracional. El conocimiento, para ser aceptado tiene que ser inteligible. Esto no excluye el campo del misterio, pero hay una gran diferencia entre misterio y contradicción.

Puedo no conseguir examinar las profundidades del misterio de la gravedad o del movimiento, pero no es absurdo creer que la gravedad y el movimiento son reales. Del mismo modo puedo no tener una comprensión completa del misterio de la trinidad, pero el concepto de la trinidad no es contradictorio ni irracional. Creo en la verdad de la trinidad porque estoy convencido que fue revelada por Dios, con quien yo, con bases saludables y sobrias, concuerdo con fe implícita (fides implicitum). Si, por ejemplo, se que Dios existe, es omnisciente y totalmente justo, seria tonto dudar de lo que él revela claramente.

Para Agustín, la fe no es ciega ni arbitraria, como la credulidad. Ser crédulo significa creer en el absurdo y en lo irracional- creer sin buenas razones. La fe correcta, para Agustín, es siempre fe razonable. La revelación transmite informaciones que no se pueden obtener por la razón, sin ayuda, pero jamás informaciones opuestas a las leyes de la razón.

Creación

En contraste con la filosofía griega, Agustín defendió con firmeza el concepto bíblico de creación. Dice él que Dios creo de modo voluntario y con un propósito. La creación no es una necesidad (como en el pensamiento griego), y el mundo material no es eterno. El universo tubo un comienzo. Hubo un “tiempo” en que el universo no existía. Puse tiempo entre comillas porque el es un corolario de espacio y materia. Cuando algunos escépticos le preguntaron lo que Dios estaba haciendo antes de haber creado el mundo Agustín respondió: “estaba creando el infierno para almas curiosas”.

Según Agustín, Dios creo todas las cosas ex nihilo, “de la nada”. Agustín no estaba violando la máxima ex nihilo nihil fit (“nada viene de la nada”). Él no argumento que antes no había nada y de repente había algo. Esta noción de auto creación es irracional, y solo los incrédulos la afirman. Para que algo se cree a si mismo tiene que existir antes de haber existido, lo que es una violación evidente de la ley de la no contradicción, ya que la cosa tiene que se y no se al mismo tiempo y en la misma relación. Antes de crear el mundo, el Dios eterno existía, por tanto, creación ex nihilo no quiere decir creación por medio de la nada. Usando la idea de causalidad de Aristóteles, podemos decir que el universo tiene una causa formal, final y eficiente, pero no una causa material.

Como Dios es bueno, todo lo que originalmente creo era bueno. Lo que es material no es, como en el platonismo, inherentemente malo. Sin embargo, a pesar de que el universo, incluyendo al ser humano, haya sido creado por Dios, no fue hecho inmutablemente bueno. Al mundo presente esta caído.

El problema del mal

Al lidiar con el problema del mal, Agustín procuro definir el mal en términos puramente de negación. El mal es falta, privación (privatio) o negación (negatio) del bien. Solamente lo que primeramente fue bueno puede volverse malo. El mal es definido en su relación con el concepto anterior del bien. El mal depende del bien para su definición. Hablamos del mal en términos de injusticia, inmoralidad e ilegalidad. El Anticristo depende de Cristo incluso para su identidad. Así como un parásito depende de su hospedador para existir, la existencia del mal depende del bien. Todo lo que participa del ser, en cuanto existe es bueno. No ser es malo. Si algo fuese pura o totalmente malo, no podría existir. El mal no es una sustancia o cosa. Es falta o privación del bien.

En este nivel Agustín parece estar definiendo el mal en términos puramente antológicos. Si este fuese el caso, Agustín tendría que decir que el mal es una consecuencia necesaria de la finitud. Dios no puede crear una cosa antológicamente “perfecta”. Con esto, estaría creando a otro Dios. Ni siquiera Dios puede crear a otro Dios, porque el segundo seria por definición una criatura.

Para evitar la necesidad antológica del mal, Agustín se volvió para el libre albedrío. Dios creo al ser humano con una voluntad libre (liberum arbitrium), en la cual él también tenia libertad (libertas) perfecta. El ser humano tenía la capacidad de escoger lo que quisiese. Tenia la posibilidad de pecar (posse peccare) y de no pecar (posse non peccare). Él escogió libremente pecar, atendiendo a su concupiscencia (la inclinación que tiende para el pecado, pero no es pecado).

Como resultado del primer pecado, el ser humano perdió su libertad, pero no su libre albedrío. A titulo de castigo divino, él fue arrojado a un estado corrompido conocido como pecado original, perdiendo la capacidad de buscar por si mismo las cosas de Dios. Esto resulto en la dependencia absoluta del ser humano de una obra de gracia divina en su alma, para poder caminar en dirección a Dios. El ser humano caído esta esclavizado al pecado. El aun tiene la capacidad de escoger, una voluntad libre de coacción. Pero ahora esta libre solo para pecar, porque sus deseos se inclinan al pecado y los desvían de Dios. Ahora, posse non peccare, “la capacidad de no pecar”, se perdió, y en su lugar esta non posse non peccare, “la incapacidad de no pecar” . con esta definición Agustín combatió al hereje Pelagio que negaba el pecado original. Pelagio afirmaba que el pecado de Adán afecto solo a Adán, y que todas las personas tienen la posibilidad de vivir de modo perfecto.

Agustín es hasta hoy un santo de la Iglesia Católica Romana, pero los lideres de la doctrina protestante, Martín Lutero y Juan Calvino, también lo consideraban su principal mentor teológico.

Notas

1. Samuel Stumpf, Sócrates to Sartre: a history of philosophy. New York, McGraw – Hill, 1966, p.121.

2. Agustin, confesiones. New York, Oxford University press, 1998; la ciudad de Dios. New York, Penguin, 1984.

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