Filosofía para principiantes: David Hume, El escéptico
- Los pensadores
- 13 jun 2020
- 15 Min. de lectura
por: Dr. R.C. Sproul
Entre la obra de Johon Locke y el escepticismo devastador de David Hume esta la persona fascinante de George Berkeley. Él también fue un estudioso de la matemática y de la lógica, sin embargo sus principales intereses estaban en los campos de la filosofía y de la teología. Berkeley nació en Irlanda en 1685 e ingreso en el Trinity College en Dublín en 1700. Ordenado en la iglesia de Inglaterra fue declarado obispo en 1734. Paso 3 años en América del norte, durante los cuales probablemente tuvo varios encuentros con el gran exponente de la filosofía americana Jonathan Edwards.
Berkeley es mas conocido por su máxima controvertida esse est percipi (“ser es ser percibido”), que ha dado pie a interminables comentarios humorísticos. A pesar de ser una formula epistemológica elaborada con cuidado, ha provocado preguntas como: “¿si un árbol cae en el bosque y nadie esta cerca para oírlo, será que hace algún sonido?” o esta versión mas moderna, “políticamente correcta: “¿si un hombre dice algo y no hay ninguna mujer presente para oírlo, será que él aun así esta errado?”.
La máxima Esse est percipi procura resumir la esencia de la visión de Berkeley. Él comienza su estudio del conocimiento humano afirmando que, sea lo que sea que exista realmente o no fuera de nosotros, podemos conocer apenas lo que de hecho se imprime en nuestros sentidos o puede ser recordado de nuestras sensaciones, y lo que podemos conocer reflexionando sobre las ideas. Todo lo que nunca podremos conocer, por tanto, son ideas. Berkeley pone un hacha en la raíz del árbol del conocimiento de las esencias metafísicas o de las cosas en si mismas. En cierto sentido, él entiende que la distinción que Locke hizo entre cualidades primarias y secundarias es arbitraria. Para Berkeley, todas las cualidades son secundarias, en el sentido de que nada existe mientras no es percibido.
La teoría de Berkeley, sin embargo, no es un retorno simplista al subjetivismo. Él niega no que la realidad objetiva exista, sino que la realidad objetiva existe sin ser percibida. Él distingue entre la actividad de la mente (percipere) y la impresión recibida por la mente (percipi), entre los productos de una imaginación activa, que son obra de generación intencional, e impresiones recibidas pasivamente por los sentidos, que ocurren independientemente de nuestra voluntad.
Antes de ir a dormir ayer a la noche, le di comida a el pez en el lago artificial de al lado de mi casa. Cuando desperté hoy a la mañana fui nuevamente y le di comida al pez. ¿Mi pez y el lago continuaron existiendo mientras yo estaba dormido y no los percibía? Podemos presumir que ellos continuaron existiendo durante la noche porque estaba allí nuevamente a la mañana, pero ellos no “estaban” toda la noche en mi mente porque yo no los estaba percibiendo. Mi idea del lago y del pez estaba allí la noche anterior, y mi idea de ellos estaba allí nuevamente esta mañana. En las dos ocasiones mi percepción de ellos fue pasiva e involuntaria. Yo no los produje por fuerza de mi imaginación. Para explicar la continuidad del pez y del lago, otros filósofos elaboraron un concepto abstracto de sustancia material, una realidad externa que nunca puedo percibir.
La cuestión de la regularidad en la secuencia de ideas o percepciones lleva a las personas a presumir que hay un substrato material permanente en la realidad externa y que causas fisicas, mecánicas, están envueltas en la relación entre las cosas fisicas.
Por ejemplo: la ciencia “explica” que las mareas son causadas por el empuje o “atracción” gravitacional de la luna y que objetos que alguien suelta caen en el suelo por causa de la atracción gravitacional, una fueraza que, en si, no puede ser percibida. Los científicos formulan esta atracción misteriosa así: dos partículas de materia se atraen mutuamente como producto de su masa e inversamente como el cuadrado de la diferencia.
Una pregunta sobre esta misteriosa fuerza de atracción fue levantada por Gordón Clark, filosofo cristiano del siglo XX: ¿Será que el concepto de “atracción” amplia realmente nuestro conocimiento? ¿Será que un átomo usa lápiz labial y desodorante y gel en el cabello a fin de “atraer” a otro átomo? ¿O el termino atracción es un mero subterfugio para esconder nuestra ignorancia? ¿Damos al concepto de “atracción” el contenido de poder ontológico o de ser, así como lo hacemos con el concepto de “azar”?
Al leer sobre las teorías de los pensadores del siglo XVIII encontramos referencias frecuentes a “espíritus animales” responsables por impulsos en nuestro sistema nervioso. Estas referencias causales a espíritus animales nos divierten, pues las vemos como conceptos ingenuos y sin sentido. Pero ¿será que ellos son mas sin sentido que nuestros términos modernos, que igualmente no son entendidos?
La descripción de un evento, un proceso o movimiento no lo explica necesariamente. Incluso si nuestras descripciones vienen en forma de ecuaciones matemáticas que cuentan con cierta credibilidad, ¿será que esto significa que alcanzamos el conocimiento de la realidad? a semejanza del sistema geocéntrico de Ptolomeo, nuestras teorías pueden “salvar los fenómenos” sin alcanzar el conocimiento exacto de la realidad.
Vea, por ejemplo, la naturaleza de la energía. Podemos preguntar: “ ¿Qué es energía?” alguien puede responder: “es la capacidad de trabajar”. Nosotros insistimos: “la pregunta no es lo que la energía puede hacer, sino lo que ella es”. Entonces la respuesta puede ser: “E=MC2”. Pero nosotros no nos damos por vencidos y decimos: “no estamos preguntando por el equivalente matemático de la energía, sino por su naturaleza. ¿Cuál es la diferencia entre energía y espíritus animales? ¿Entre energía y atracción?” no percibimos la energía directamente, sin embargo ella es una doctrina indispensable de la ciencia moderna empírica.
Con esto no se quiere decir que la existencia de cosas tales como la energía sea una mera presuposición gratuita. Sin embargo, no es una teoría para explicar acciones desconocidas. Si la materia misma en si no puede ser percibida, como su corolario, la energía, que tampoco puede ser percibida en su esencia, ¿puede ser conocida?
En este punto Berkeley vio a Dios como la causa ultima de las ideas involuntarias. Él apela a Dios para explicar la objetividad ínter-subjetiva del mundo real. Dios se vuelve aquel indispensable que percibe, cuyas ideas sirven de base para toda realidad.
En este punto vemos un cambio en la teoría de la correspondencia de la verdad (esto es, que es verdad lo que corresponde a la realidad). Berkeley completo esta definición así: verdad es lo que corresponde a la realidad tal como es percibida por Dios. Dios es el gran sujeto de la percepción por quien y en cuyas ideas la realidad existe. Mi lago y mi pez continúan existiendo mientras duermo porque están continuamente siendo percibidos por Dios. (Esto sirvió de fundamento para el interesante concepto teológico de la “creación continua”.)
David Hume
A sido dicho con frecuencia que en la obra de David Hume entramos en el “cementerio” del empirismo británico. Él llevo al abordaje empírico a las profundidades del escepticismo. Muchos creen que Hume destruyo de una vez por todas la ley de la causalidad, y que, haciendo esto, abrió la puerta a la idea de que nada puede producir nada (una afirmación que, para ser producida, como veremos, aun depende de la ley de la causalidad). Con todo, antes de analizar la famosa critica de la causalidad de Hume, hemos de estudiar su epistemología.
Hume nació en Edimburgo, en Escocia, en 1711, y paso muchos años en Francia y en otros lugares del continente Europeo, contando entre sus amigos a Jean – Jacques Rousseeau y Adam Smith. En 1739 publico A treatise of Human Nature, (1) que fue un fracaso literario. Después del éxito de Essays Moral and political, (2), sin embargo, él reviso su primer libro y cambio su titulo a An Enquiry conserning human understanding, (3) que ahora es considerado un clásico de la filosofía. Después él escribió otras obras importantes, entre los cuales esta Dialogue conserning natural religión (4), publicado póstumamente. Él murió rico, en Edimburgo en 1776.
Al analizar la epistemología, Hume argumento que todo el contenido de la mente puede ser reducido a las informaciones proporcionadas por la experiencia sensorial, las percepciones. Estas percepciones asumen dos formas: impresiones e ideas. Las informaciones originales son las impresiones; copias o recuerdos de las impresiones son ideas. Lo que la mente recuerda (ideas) esta relacionado directamente a la intensidad o vivacidad de las impresiones originales- en la proporción de su vivacidad.
Este punto es confirmado por especialistas de la memoria, que procuran llegar a las impresiones originales en la mente por los medios más concretos posibles. Los especialistas en la memoria transforman números en cuadros (a veces bizarros) para tenerlos mas vívidos y menos abstractos. Todo estudiante de una lengua extranjera sabe que es más fácil memorizar sustantivos que verbos, y verbos, que preposiciones o conjunciones, porque los sustantivos son más concretos y vívidos que los verbos, y los verbos comunican una acción mas intensa que las preposiciones. (Algunas personas afirman que esta noción de vivacidad e intensidad era concientemente empleada por Jonathan Edwards en sus sermones, para dejar una “impresión duradera”).
Para Hume, no puede haber ideas sin impresiones. En su fuente de origen, todas las ideas se basan en simples impresiones. No todas las impresiones, sin embargo, se originan en sensaciones. Algunas impresiones son obtenidas de la reflexión sobre las sensaciones. Con frecuencia tenemos deseos, emociones y pasiones que siguen a las ideas sobre las cuales reflexionamos.
La facultad que nos posibilita construir ideas complejas a partir de ideas e impresiones simples es la imaginación. La imaginación reúne y organiza las pequeñas unidades de sensación. Hume argumenta que todo lo que es distinto es distinguible y todo lo que es distinguible es separable por el pensamiento o por la imaginación. Todas nuestras percepciones son, en cuanto las tenemos, distintas. Si son distintas, también tienen que ser distinguibles. Por ejemplo: la mente constata la diferencia entre un árbol y una bellota. Por esta razón ellas precisan ser vistas como existiendo separadamente, y que pueden existir separadamente sin contradicción.
Donde quiera que las ideas tengan cualidades distintas, ellas pueden ser asociadas una con la otra por la imaginación. Estas cualidades son : 1) semejanza, 2) contigüidad en tiempo y espacio y 3) causa y efecto. Un cuadro, por ejemplo, conduce nuestros pensamientos al original por la semejanza; un cuarto en la casa introduce la investigación de otros cuartos en la casa (contigüidad); y el recuerdo de una herida genera la reflexión sobre el dolor que resulto de la herida (causa y efecto). Las ideas están vinculadas de estas tres formas, primero, de acuerdo con Hume, la piedra angula del conocimiento es la noción de causa y efecto. Este es el fundamento del cual depende la validez de todo conocimiento. Si el principio causal tiene fallas, no puede haber conocimiento con certeza.
La Ley de la causalidad
Hume comienza su investigación de la causalidad examinando el origen de la propia idea de causalidad. Él indica que, en las teorías de la causalidad propuestas por los ocasionalistas cartesianos y por Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibnitz, John Locke y George Berkeley no había concordancia en cuanto a la verdadera causa de dado evento u acción. ¿La acción era resultado de la interacción directa entre pensamiento y extensión? ¿Era una ocasión para que Dios actúe? ¿Ella ocurrió por medio de la substancia, sus atributos y modos? ¿Ocurrió por medio de una armonía preestablecida? ¿O por la percepción continua de Dios?
Hume inicia su propio análisis observando que la idea de causa y efecto surge de la reflexión sobre ciertas relaciones entre objetos. La ley de la causalidad dice que A causa B. ¿pero como sabemos que A causa B? la experiencia empírica ofrece tres razones para hablar de relaciones causales. La primera es que A y B siempre ocurren próximos uno del otro en términos de espacio (contigüidad). En segundo lugar, la causa siempre precede al efecto (prioridad en cuanto al tiempo). Y, en tercer lugar, siempre vemos a A seguido de B (conjunción constante). Juntos, estos elementos crean la suposición del sentido común de que hay algún tipo de asociación necesaria entre A y B. Hume cuestiona esta suposición.
La suposición de la causalidad, dice Hume, depende ante todo de relaciones de costumbre. Por ejemplo, tenemos repetidas experiencias de lluvia seguida de pasto mojado. En primer lugar, las dos son contiguas, pues aparecen cerca la una de la otra en términos de espacio: si la lluvia cae en el jardín en frente de mi casa, este jardín es el lugar que se moja. En segundo lugar, el pasto se moja después de llover, no antes de llover (prioridad en cuanto al tiempo). En tercer lugar, cada vez que llueve en mi jardín (A), mi pasto esta mojado (B). Este fenómeno indica una relación de costumbre (conjunción constante) entre la lluvia y mi pasto mojado, que, supongo yo, es algún tipo de asociación necesaria.
Hume usa una ilustración del billar, que quiero resumir. Si pretendo embocar la bola 9 en la tronera (agujero) de la esquina, tomo el taco, paso un poco de tiza en su punta y apunto el taco hacia la bola negra, de manera que esta alcance a la bola 9 y le transmita un movimiento que la envié alegremente en su camino a la tronera (agujero) designada. Este proceso conlleva varias acciones. Para que el taco acierte a la bola negra, tengo que ponerlo en movimiento con mi brazo. Muevo el taco para alcanzar la bola negra mientras se encuentra en reposo. La bola negra, entonces, se mueve por la mesa y colisiona con la bola 9. Por fin, la bola 9 se mueve en dirección a la tronera de la esquina (si mi puntería y mi golpe fueren perfectos). Es más o menos como lo muestra la figura 8.1.
En este proceso, yo presumo que el movimiento de mi brazo hace que el taco se mueva, el movimiento del taco hace que la bola negra se mueva, el movimiento de la bola negra hace que se mueva la bola 9, y el movimiento de la bola 9 la hace caer en la tronera de la esquina.
Presumo una relación causal por causa de las relaciones contiguas de estos objetos, de la prioridad temporal de una acción en relación a la otra y de la conjunción constante de estas acciones que yo conozco por la repetición. ¿Pero como puedo tener certeza de que, al hacer esta suposición, no estoy violando la clásica falacia informal de la lógica llamada post hoc, ergo propter hoc (“después de, por causa de”)? Si el gallo canta o el pavo grazna inmediatamente antes de que el sol salga, ¿será que el gallo o el pavo causaron el nacimiento del sol? ¿Será que, si todos los gallos y pavos fuesen extintos, el sol dejara de salir?
El hecho de que una causa errada pueda ser atribuida a un efecto, sin embargo, no significa que todas las causas son “erradas”. Hume no prueba que nada causa que el pasto se moje o la bola de billar se mueva. De hecho, el no podría probar ni una de estas cosas. La ley de causalidad es una mera proyección abstracta de la ley de la no contradicción (que algo no puede ser lo que es y no ser lo que es al mismo tiempo y en la misma relación). Para refutar la ley de la causalidad es preciso refutar la ley de la no contradicción. Con todo, como Agustín demostró, para refutar la ley de la no contradicción racionalmente, es preciso asumir que la ley de la no contradicción es valida.
Recordemos que la ley de la causalidad simplemente declara que todo efecto precisa de una causa antecedente. Esta ley es analíticamente verdadera e irrefutable- ella es verdadera por definición. Un efecto es, por definición, algo que es causado, así como una causa es, por definición, algo que produce un efecto. Naturalmente esto en si no prueba que existe lo que se llama causalidad. Por ejemplo, si viviésemos en un mundo en que no hubiese efectos, tampoco habría causas. O, si viviésemos en un mundo en que no hubiese causas, no habría efecto. Pero si vivimos en un mundo en el que hay efectos, entonces también debe haber causas. El único mundo en que no hay efectos ni causas, seria un mundo en el que todo es auto-existente. De nuevo, esto no significa que todo o alguna cosa en el mundo seria auto causado. Recuerde que algo no puede ser su propia causa, o ser causa y efecto al mismo tiempo y en la misma relación. En verdad, algo puede ser causa y efecto al mismo tiempo pero no en la misma relación. La bola negra puede ser al mismo tiempo causa del movimiento de la bola 9 y efecto de haber sido alcanzada por el taco. Pero ella no es la causa y efecto en el mismo contexto o relación.
El principal punto que Hume quiere destacar es que ni causa ni efecto pueden ser cualidades objetivas, como todo puede ser considerado o causa o efecto, dependiendo del punto de vista. Como la idea de causalidad surge del proceso de relación, no tenemos una sensación o impresión original de la causalidad en si. Y como no podemos percibir directamente la causa de algo, nunca podremos saber con certeza lo que está causando el efecto.
Los especialistas discuten si Hume realmente niega la causalidad o si él se contenta al mostrar que no podemos saber que A causa B- que ningún objeto implica la existencia de otro cuando consideramos los objetos individualmente. Hume puede estar correcto en cuanto a la idea de objetos. Pero la idea de la causa en si necesariamente implica la idea de efecto, y viceversa. Esto es nuevamente una verdad formal.
Cuando Hume, en su escepticismo, declara que cualquier cosa puede producir cualquier cosa, tenemos que preguntar que quiere decir con el término producir. ¿No es esto simplemente otra palabra para referirse a la causa? Es importante el hecho de que Hume excluye el azar como posible causa para cualquier cosa, entendiendo que la palabra azar es un sustituto para la palabra ignorancia.
El escepticismo de Hume va más allá del campo de la pura causalidad, a las ideas del yo, de la sustancia y de Dios, porque ninguno de estos puede ser descubierto por una sensación o impresión original. Hume niega que tengamos alguna idea del yo, lo que equivale decir que no tengo ninguna idea de mi mismo. Pero la cosa no es tan simple. Él esta hablando en términos de una idea original basada en impresión o sensación. En otras palabras, el yo no puede ser conocido de modo empírico. Este escepticismo fue un plato lleno para Immanuel Kant.
La posibilidad de milagros
Hume entendió que el concepto de milagro es crucial a la fe judeo-cristiana. Si quitamos los milagros acaba el cristianismo. Ya antes, Locke dijo que los milagros bíblicos certifican “el crédito del proponente”. Esto es, los milagros no prueban la existencia de Dios (su existencia debe ser establecida antes de que una obra le pueda ser acreditada), pero demuestran que Dios esta confirmando la autoridad de un agente de revelación. Moisés recibió poderes milagroso para probar que su mensaje venia de Dios. Del mismo modo, la alegación de Jesús de ser la verdad fue demostrada por sus milagros, principalmente por su resurrección milagrosa.
Hume define milagro como una violación de la ley natural. La ley natural es establecida por una experiencia repetida de modo uniforme. Para que un evento pueda ser considerado un milagro, debe ir contra, o divergir de la experiencia uniforme de la naturaleza. La experiencia uniforme establece la ley. Nadie jamás experimento un milagro, porque nadie puede tener una experiencia que viola el parámetro de uniformidad. Hume, con esto, atasca en un circulo vicioso de raciocinio, violando el principio petitio principi de la lógica. Él excluye desde el comienzo la posibilidad misma de un milagro.
¿Cómo él hace esto? Hume habla de “cocientes de probabilidad” de la experiencia natural. Si son encontradas cien mil ardillas con colas peludas, ¿Qué acontece si alguien afirma haber descubierto una ardilla con la cola sin pelos? La alegación representa un desvió radical de la norma. Las chancees contra una ardilla así son de cien mil contra uno, un conciente de probabilidad extremadamente reducido. En verdad, el cociente de probabilidad contra un milagro será siempre mayor que la probabilidad a su favor. Más allá de eso, la afirmación de un evento singular no tiene credibilidad cuando es opuesta a la uniformidad de la experiencia.
Por ejemplo, un argumento cristiano común a favor de la resurrección es que los discípulos de Jesús deben haber hablado la verdad sobre su resurrección porque estaban dispuestos a morir por esa convicción. Según esta perspectiva, la disposición de los discípulos para morir por su fe, ciertamente acrecienta credibilidad a la afirmación. ¿Pero esto es suficiente? Hume pregunta: “ ¿Qué es mas probable: que fanáticos engañados mueran por su ilusión o que alguien vuelva de la muerte a la vida?” la respuesta es obvia. Si todas las cosas son iguales, es más probable que un grupo de fanáticos muera por una ilusión, que la ocurrencia de la resurrección de uno de ellos (o de cualquier persona).
La defensa de la resurrección de Cristo, sin embargo, conlleva mucho más que la probabilidad de fanáticos muriendo por ilusiones. Él exige que se considere: 1) la existencia y naturaleza de Dios, 2) la relación entre muerte y pecado, 3) la ausencia de pecado en Cristo, 4) las profecías que predecían el evento con siglos de antecedencia, 5) el testimonio de muchas persona, 6)la credibilidad de estos testimonios, y así en adelante.
Es muy interesante el hecho de que aquello que Hume juzga imposible los escritores de la Biblia juzgan necesario. Dado el carácter de Jesús, el Nuevo testamento argumenta que era imposible que la muerte lo detuviese.
Si Hume aplicara con coherencia su critica de los milagros, acabaría negando no solo los milagros, sino toda y cualquier evidencia empírica. No puede haber ninguna “experiencia empírica uniforme” sin repetición. Para haber una “experiencia uniforme” de pasto mojado cuando llueve, es preciso que haya una primera ocurrencia. Para que algo sea repetido, debe ocurrir por lo menos dos veces. Es obvio que, para que algo ocurra dos veces, tiene que ocurrir por primera vez. Pero cuando algo ocurre por primera vez, ese evento es singular. Y como evento fuera de los límites de la experiencia uniforme, esta ocurrencia debe ser verdad. Si la primera ocurrencia es negada, no puede haber una segunda. La “segunda” seria la “primera”, y seria eliminada así como lo fue la anterior. Así, jamás será posible llegar al punto de la repetición. Por el raciocinio de Hume, no puede haber un comienzo del mundo, un “ big bang”, nada singular.
El legado de Hume fue un escepticismo, no solo con respecto a Dios y a la religión, sino también en relación a la ciencia. Fue este escepticismo que despertó a Immanuel Kant de su sueño dogmático.
Notas
1. David Hume A treatise of human nature. Ernest C. MOSSNER (ed). New York, Penguin, 1986.
2. David Hume, Essays moral and political , en Essays moral, political, and literary. Eugene F. Miller (ed)., Indianapolis, Liberty fund, 1987.
3. David Hume, An enquiry concerning human understanding. Amherst/NY, Prometheus, 1988.
4. David Hume, dialogue concerning natural religion. J. C. A. Gaskin (ed)., MI, oxford University press, 1998.
Comments