Filosofía para principiantes: Platón, Realista e idealista
- Los pensadores
- 29 may 2020
- 4 Min. de lectura
Por: Dr. R.C. Sproul
No se puede entender la importancia histórica de Platón sin considerar primero el impacto de Sócrates, su mentor. Como Sócrates no nos lego ninguna colección de textos y como casi siempre estrella o sabio supremos en los Diálogos de platón (1), es difícil discernir donde acaba Sócrates y donde comienza platón.
Sócrates el “critico de Atenas” nació el 470 Antes de Cristo. Él creció durante los años dorados de la cultura griega, periodo que testimonio el genio de Eurípides y Sófocles en la literatura, la influencia de Pericles en la política y la edificación del Partenón. La guerra con Persia era cosa del pasado, y Atenas emergía victoriosa como potencia naval.
Los años dorados de Atenas, sin embargo, duraron poco. El brillo dorado fue siendo ofuscado por el peso de los impuestos recaudados por Pericles. Esto causo la guerra del Peloponeso en el 431, que terminó en 404 con la derrota de Atenas. Mientras tanto, la fuerte politización de la educación, de la economía, del derecho y de las obras publicas, llevo al declive tanto del pensamiento sustantivo como de las virtudes cívicas, ambas enemigas de todo emprendimiento democrático empeñado en hacer concesiones relativizando la ética. Cinismo y escepticismo desangraron a la cultura griega de su grandeza. La antigua búsqueda de la arjé, la realidad fundamental, dio lugar a un nuevo tipo de escepticismo y pragmatismo. Esta nueva postura fue encarnada por los sofistas del quito siglo A.C.
Los sofistas
De los sofistas de la antigüedad derivan términos como “sofisma”, “sofomania” (manía de pasar por sabio) “sofisticado” en su sentido peyorativo. Los tres líderes más famosos de este movimiento fueron Górgias, Protágoras y Trasímaco.
Górgias es conocido por introducir el escepticismo radical. Él dio la espalda a la filosofía y se dedico a la retórica. Esta disciplina enfocaba el arte de la persuasión en el discurso público. El objetivo de la retórica no era proclamar la verdad, sino alcanzar objetivos por medio de la persuasión.
Górgias negó que hubiese alguna verdad. “todas las afirmaciones son falsas”, declaró él. No pareció incomodarlo que, si todas las afirmaciones son falsas, la afirmación “todas las afirmaciones son falsas” también lo es, lo que significa que por lo menos algunas afirmaciones tienen que ser verdaderas. Sus ideas no son muy diferentes de las de los relativistas de hoy que proclaman que no hay absolutos (a no ser el absoluto de que no hay absolutos). Él basa su axioma en la premisa de que nada existe. Sin embargo él deja la puerta entreabierta al decir que, si algo existe, es incognoscible e incomprensible. Y, aunque exista y sea cognoscible, es incomunicable.
Las posiciones de Górgias y otros servirán para despertar a Sócrates de su sueño dogmático, así como el escepticismo de David Hume despertaría a Immanuel Kant siglos mas tarde. Sócrates entendió que la muerte de la verdad significaría la muerte de la virtud, y que la muerte de la virtud seria el beso de la muerte de la civilización. Sin verdad y virtud, el único resultado posible es la barbarie.
Trasímaco, que contrasta con platón, en la republica (2), fue un sofista que ataco la búsqueda de la justicia. Según Trasímaco, lejos de ser una persona inmoral, el impío, al constatar que el crimen compensa, es una persona superior con intelecto superior. Trasímaco anticipo así el Ubermensch (“súper-hombre”) de Friedrich Nietzsch. La justicia, dice Trasímaco, es un concepto para las personas de mente debilitada, a las cuales les falta la determinación de ser firmes. Los que suben al nivel de los verdaderos maestros son los que prefieren la injusticia. Aquí tenemos la filosofía de “ley del mas fuerte” en su grado máximo, la filosofía de la barbarie. Anticipando a Karl Marx, Trasímaco ve a la ley como una simple manifestación de los intereses de las clases dominantes.
Protágoras, probablemente el sofista mas influyente en Atenas, es casi siempre llamado “padre del antiguo humanismo” por los historiadores modernos. Su famosa máxima, “homo mensura” declara que “el hombre es la medida de todas las cosas”, de la existencia de las cosas que son y de la no existencia de las cosas que no son.
Desde una perspectiva bíblica, es claro, la honra de ser el primer humanista no pertenece a Protágoras. En verdad es atribuida no a una persona, sino a una serpiente, cuya máxima era “sicut erat dei”, “seréis como Dios” (Genesis 3:5).
Para Protágoras, el conocimiento comienza y termina con el ser humano. Todo conocimiento humano se restringe a nuestras percepciones, y las percepciones difieren de persona en persona. La verdad posible no es ni posible ni deseable. En ultimo análisis (si es que existe un ultimo análisis), no hay diferencia perceptible entre apariencia y realidad. Percepción es realidad. De esta forma, algo puede ser verdadero para una persona y falso para otra.
Esto es correcto, con certeza, con respecto a las preferencias. Puedo preferir un helado de chocolate y usted uno de vainilla. Protágoras, sin embargo, va mas allá del aspecto subjetivo de la preferencia, y reduce a toda la realidad a una cuestión de preferencias. Esto vuelve al conocimiento científico manifiestamente imposible, pues no existen parámetros o normas para distinguir la verdad del error. Si usted prefiere creer que dos mas dos son cinco, para usted lo son.
Protágoras argumenta que la ética es igualmente una cuestión de preferencia. Las reglas morales expresan meras costumbres o convenciones, que en verdad nunca son ciertas ni erradas. La distinción entre defecto y virtud esta en las preferencias de tal sociedad. El romano Séneca diría que, cuando los defectos se vuelven un hábito o convención aceptados por la sociedad, ellos son prácticamente imposibles de eliminar.
Protágoras tiene la misma opinión al respecto de la metafísica y de la teología. A pesar de reconocer que algunas personas “prefieren” la religión y que esto es bueno para ellos, él dice: “en cuanto a los dioses, no tengo condiciones para saber si ellos existen o no, ni que forma tienen; los factores que impiden el conocimiento son muchos: la oscuridad del tema y la brevedad de la vida humana”.
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