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Filosofía para principiantes: René Descartes, Padre del racionalismo moderno

Por: Dr. R.C. Sproul


Entre la síntesis clásica de Tomas de Aquino en el siglo XIII y en el Albor de la era de la razón en el siglo XVII, cambios dramáticos alteraron el escenario de la civilización occidental. Cambios en la religión, en la teoría política, en las ciencias y en la estructura económica redujeron a ruinas al mundo medieval.

El Renacimiento en Italia fue testigo de un intento de reavivar la filosofía antigua como una herramienta, no solo para promover intereses religiosos, sino también para permitir a la filosofía cierta independencia de la teología. Lorenzo, el Magnifico, de la familia Medici, creo la Nueva Academia en Florencia. Con el resurgimiento de la filosofía antigua arribo un nuevo platonismo y un nuevo estoicismo, así como el resurgimiento del antiguo escepticismo Pirrónico. Las obras de Sexto Empírico fueron traducidas en el siglo XVI. El nuevo escepticismo afirmo que las alegaciones de poseer la verdad objetiva están obligadas a incitar disputas interminables e incluso guerras. Estos escépticos sustituyeron la verdad objetiva por el principio lógico de la equipolencia.

La equipolencia era una técnica deliberada de equilibrar toda proposición específica con la contraparte que la contra decía. Toda proposición tiene su antitesis; por lo tanto, el valor de la verdad de toda proposición es igualmente probable e improbable. Este esquema obliga al filósofo a suspender el juicio.

Los escépticos argumentaron especialmente contra el conocimiento de Dios, entendiendo que nuestros sentidos no consiguen aprehender el ser directamente. Podemos conocer apenas la “apariencia” de las cosas, no su ser verdadero. Esto fue nuevamente una retirada para la caverna de Platón, en cuya entrada los filósofos rodaron una gran piedra. Este escepticismo era fenomenalismo en su grado máximo. Los fenómenos, como vimos, se refieren a las cosas evidentes o manifiestas a nuestros sentidos. De acuerdo con el fenomenalismo, es imposible alcanzar la realidad detrás de los fenómenos.

En Francia, algunos teólogos dieron la bienvenida al nuevo escepticismo, porque él libraba a la fe de la razón. Estos filósofos cristianos adoptaron una forma religiosa de escepticismo llamado Escepticismo Fideista. Montaigne, por ejemplo, argumento que la razón natural es incompetente para adquirí conocimiento sobre el ser, porque es totalmente dependiente de los sentidos en lo que concierne a las informaciones crudas sobre las cuales la mente reflexiona. Toda certeza sobre la existencia de Dios tiene que venir de la fe religiosa solamente.

Con estos desarrollos, la teología, reina de las ciencias, fue separada de su cierva, la filosofía. Era apenas cuestión de tiempo que la reina fuera depuesta de su trono completamente.

Otros cambios dramáticos estaban en marcha. El mundo estaba quedando chico, con las grandes conquistas de exploradores como Fernando de Magallanes y Vasco Da Gama. El occidente estaba alcanzando al oriente, y la cultura monolítica de la Edad Media estaba siendo transformada.

La revolución Copernicana

Uno de los cambios mas radicales vino con la nueva ciencia. El siglo XVI fue testigo no solo de la Reforma Protestante, sino también de la revolución Copernicana. Por casi dos milenios la cosmovisión Aristotélica, en la forma en la que la desarrollo Ptolomeo en su obra Almagesto, (1) reino prácticamente sin ser cuestionada. El minucioso modelo astronómico que Ptolomeo elaboró, con su sistema complejo de esferas cristalinas, “funciono”, ofreciendo a los científicos un modelo que les posibilitara predecir el movimiento de estrellas y planetas. Este modelo antiguo consideraba a la tierra el centro del universo. No es la tierra la que se mueve, sino las estrellas. Ellas están fijadas en un “tejado” invisible de cristal, que se mueve sobre su eje alrededor de la tierra todos los días.

Con el advenimiento de la imprenta, los escritos de pensadores antiguos comenzaron a ser difundidos más ampliamente. Nicolás Copérnico fue un científico que se beneficio por compilar una biblioteca muy amplia. Él admiraba especialmente el almagesto de Ptolomeo y lo estudio atentamente. Quedo impresionado con la exactitud de Ptolomeo, pero incomodado con las deficiencias inherentes de su obra. Después de mucha deliberación, Copérnico procuro una verdad más central en cuanto al formato del universo. En el centro del universo él coloco al sol, subvirtiendo el orden medieval al sustituir el modelo geocéntrico por el heliocéntrico.

Aun comprometido con la idea antigua de que el circulo es la forma mas perfecta que existe, Copérnico imagino que los planetas se movían en orbitas circulares. Por esto, el modelo presentado en su libro De Revolutionibus orbium caelestium (“el movimiento de las esferas celestes”)(2) no funcionaba mucho mejor que el modelo de Ptolomeo. Estudiosos tanto católicos como protestantes hablaron vehementemente contra la teoría, considerándola un ataque contra la Biblia y la dignidad humana. ¡Este mundo no estaba mas en el centro del universo de Dios!

Pero era demasiado tarde. Astrónomos posteriores, como Giordano Bruno y Tycho Brahe, continuaron desarrollando la teoría copernicana. Un ayudante de Tycho, Johanes Kepler, trabajo durante 8 años para resolver el problema del movimiento de retroceso aparente del planta Marte. Finalmente consiguió descubrir que la orbita del planeta no es un circulo, sino una elipsis perfecta. Al imaginar un movimiento elíptico de los planetas, Kepler consiguió hacer que el sistema copernicano funcionara de modo perfecto.

La teoría copernicana, fue confirmada por las experiencias de Galileo Galilei y, tal vez de modo más sorprendente de Fernando de Magallanes al circunnavegar el Globo. Los marineros de Magallanes constataron una discrepancia de sus libros abordo y los de los puertos en que atracaban (después de atravesar una línea internacional de tiempo). Este fenómeno probó que la tierra gira sobre su eje.

Junto con la revolución de la ciencia aconteció la revolución en la religión conocida como la Reforma Protestante. Durante el siglo XVI el concepto de Sola Scriptura de Martín Lutero desafió la autoridad absoluta de la iglesia, y la cristiandad fue fragmentada como nunca antes. Los protestantes sustituyeron la autoridad papal y eclesiástica por la autoridad de la Biblia, diciendo que solo la Biblia infalible podía dirigir la conciencia del creyente.

Un matemático nato

Fue en este ambiente de revolución teológica, filosófica y científica que René Descartes nació. Él, que ha sido llamado “padre de la filosofía moderna” nació en 1596 en Touraine, en Francia. Estudio matemática, lógica y filosofía en la escuela Jesuita de La Flèche. Su disciplina principal fue matemática.

Buena parte del progreso científico que cambio al mundo tuvo su vanguardia en los avances de la matemática. Fue la búsqueda por un modelo matemático mas coherente y preciso para la astronomía lo que motivo a los nuevos copernicanos. Los descubrimientos en el campo formal de la matemática llevaron a los descubrimientos en el campo material de las ciencias naturales. Recordemos que, en el cierto sentido, matemática es una extensión de la lógica, un tipo de lógica simbólica. En este capo de la demostración formal pura, las fantasías de la percepción de los sentidos son superadas o trascendidas; los escépticos no pudieron superar este campo. No había equipolencia suficiente para hacer que 3+4 sea igual a cualquier otra cosa que no sea 7.

Después de viajar bastante por Europa, Descartes se estableció en Holanda en 1628. Allí redacto su primer libro, Discurso del método, en 1631 (3). Descartes era impelido por la búsqueda de la certeza. La filosofía estaba en un estado de confusión. La ciencia estaba enfrentada con la religión. La iglesia estaba dividida entre los varios que afirmaban tener autoridad. Para obtener certeza en medio de tanta confusión, Descartes se volvió para las matemáticas. Él procuro un sistema o método de pensamiento que imitase al modelo matemático. En la matemática, la mente aprende la verdad de modo claro y directo, haciendo a la verdad matemática clara y distinta.

Las columnas gemelas del modelo matemático son, la deducción y lo que Descartes llama intuición. El raciocinio deductivo va de lo universal a lo particular, en contraste con el raciocinio inductivo que va de lo particular a lo universal. El examen del silogismo clásico de abajo ilustrara la diferencia entre deducción e inducción.

Primera premisa: todo hombre es mortal.

Segunda premisa: Sócrates es un hombre.

Conclusión: por lo tanto, Sócrates es mortal.

La primera premisa es una declaración afirmativa universal: todos los que forman parte de una clase (el hombre) tienen el atributo o predicado de la mortalidad. La segunda premisa es una afirmación particular: un individuo específico (Sócrates) forma parte de la clase de los hombres. La conclusión (una afirmación particular) de que Sócrates es mortal es alcanzada por la certeza lógica. Por la ley de inferencia inmediata, si todos los miembros de una clase tienen cierto atributo, todo miembro especifico de esa clase también tiene que tener ese atributo.

Un silogismo no es ni verdadero ni falso: el es o valido o invalido, dependiendo si la conclusión deriva de las premisas. Solo las declaraciones pueden ser verdaderas o falsas. Lo que la lógica mide es la relación entre declaraciones o proposiciones. Lo que el silogismo de arriba prueba por deducción es: si todos los hombres son mortales y si Sócrates es un hombre, entonces es indubitable y demostrablemente verdadero que Sócrates es mortal.

¿Esto prueba que Sócrates es mortal? No necesariamente. Esta conclusión es verdadera solo si las premisas del silogismo son verdaderas. ¿Cómo sabemos que todos los seres humanos son mortales? Esta premisa universal esta basada en la inducción. Si sabemos que todo ser humano nacido antes de, digamos, 1850 ya murió, tenemos una muestra amplia de particulares que presentan un atributo común, la mortalidad. Sin embargo, imagine que la actual generación de personas vivas es la primera de personas inmortales. A pesar de que esto sea altamente improbable, teóricamente esto no es imposible. Agréguese a esto que el numero de personas vivas hoy es probablemente mayor que el numero de todas las personas que nacieron antes del 1850, y veremos que, después de haber estudiado por el método inductivo menos de la mitad de todas las personas, “nos formamos” una conclusión sobre todas ellas.

Pero imagine que un holocausto nuclear mato a todas las personas de la tierra menos a usted. ¿Esto lo haría saber inductivamente que todas las personas son mortales? No con certeza absoluta. Usted puede ser aquella excepción que niega la verdad universal. La probabilidad de que también sea mortal seria casi exacta, pero no absolutamente exacta. Su premisa universal quedaría comprobada como verdadera solo si usted también muriese y no quedase nadie vivo. Solo póstumamente llegaría al universal absoluto.

¿Y que decir de la segunda premisa, de que Sócrates es un hombre? Tal vez Sócrates haya sido un mero fruto de la imaginación de Platón. Tal vez él fuese un robot o un alienígena del espacio. Estas posibilidades teóricas pueden ser ofensivas o grotescas al extremo, pero no dejan de ser posibilidades filosóficas por mas remotas e improbables que sean. En este sentido, vemos que la búsqueda inductiva jamás llegara a la certeza formal absoluta porque nunca podrá ser exhaustiva. Solamente la verdad formal (que esta vinculada a la forma o esencia) puede proporcionar certeza filosófica.

Junto con la deducción, Descartes busco el conocimiento intuitivo. Por intuición él no esta pensando en algún presentimiento o sentimiento interior. Él define intuición como actividad intelectual de tal claridad y distinción que no deja dudas en la mente. Un ejemplo de conocimiento intuitivo es el hecho de que un triangulo tiene que tener tres lados.

En su Discurso Descartes presenta cuatro reglas que tienen que ser obedecidas en la búsqueda de la verdad: 1) Nunca aceptar como verdadera cualquier cosa que no sea reconocida como verdadera sin sombra de duda; 2) Dividir toda dificultad en la fase de estudio en el mayor numero de partes posibles y necesarias para solucionarlas; 3) Encaminar el raciocinio comenzando con los objetos que son los mas simples y fáciles de conocer y después ascender poco a poco a los mas complejos; 4) En todos los caso, hacer enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que usted pueda tener la certeza de no haber omitido ni olvidado nada.

En un tratado posterior inacabado, Descartes amplia su lista. Reglas para la orientación de la mente (4) contiene 21 reglas, entre las cuales están: Vuelva sus investigaciones no para lo que otros ya pensaron, ni para sus propias conjeturas, sino para lo que puede contemplar con claridad y deducir con certeza.

Descartes insiste en la autocrítica completa. Al dedicarnos al proceso de aprendizaje, asimilamos ideas y teorías en abundancia, de las cuales aceptamos muchas de modo gratuito y no critico. Somos vulnerables a “caminos predilectos” que nos conducen a la familia, amigos y grupos afines, y que crean en nosotros predisposición hacia sus ideas. Jamás debemos imaginar que algo sea verdadero solo porque nuestro profesor predilecto lo defiende o porque nuestros padres nos enseñaron a creer esto.

El método de Descartes implica una búsqueda incansable de la verdad fundamental que es tan cierta que todo lo demás puede ser probado con ella. Él quiere ver sus verdades primordiales muy bien establecidas y deducir por ellas lo restante, sin exponerse al mundo exterior.

Para llegar a estas ideas fundamentales, claras y distintas, Descartes determino un proceso riguroso de duda sistemática, que haría envidiar a un escéptico. Descartes rechazaba como falso todo de lo que pudiese imaginar la más mínima duda. Por ejemplo: ¿Cómo puedo saber que en este exacto momento estoy colocando palabras en una pagina con mi pluma? ¿Cómo se que no estoy simplemente soñando que estoy escribiendo? Él argumenta que no existen indicadores conclusivos por los cuales se puede distinguir el estar despierto del sueño. (A veces yo mismo soy constreñido por cuestiones espinosas relativas a mi memoria. Tengo sueños tan vividos e intensos que años mas tarde aun no tengo certeza de si estoy recordando un sueño o una experiencia real.).

Descartes estaba conciente de que nuestros sentidos tienden a eludirnos. Recordamos el remo quebrado de Agustín o de la experiencia de viajantes sedientos por el desierto que ven espejismos. Si veo una persona a la distancia y después pongo mi pulgar delante mió, la persona parece no ser mayor que mi uña.

Con respecto a los sueños, Descartes vuelve a la certeza matemática. Esté durmiendo, o despierto, 4+3 son 7. Pero aun esto podría estar errado si el universo fuese gobernado por un dios malévolo o un demonio que me induce a pensar que 4+3 son 7.

Las autoridades religiosas no están de acuerdo entre si; por tanto, no pueden ser los árbitros finales de la verdad, dice Descartes. A esta altura de su proceso de duda, Descartes procuraba por lo menos una verdad que fuese cierta, una verdad primaria que pudiese funcionar como primer principio indubitable, una verdad que fuese auto evidente, que le posibilitase alcanzar otras verdades.

Si Descartes es conocido por alguna afirmación, es por su famosa máxima Cogito, ergo sum (“pienso, luego existo”). Si no sabría de ninguna otra cosa, tiene al menos certeza de esto: de ser un pensador, un ser que piensa. Para dudar de la verdad en la que estoy pensando, tengo que pensar. No puedo dudar de que estoy pensado sin afirmar que estoy pensando. Para poder pensar tengo que existir, porque el pensamiento exige un pensador.

Debe ser observado que este primer principio (“pienso, luego existo”) engloba por lo menos dos presuposiciones no expresas. La primera es la ley de la no –contradicción. Parte de la verdad auto evidente de la máxima de Descartes es que no se puede pensar y no pensar al mismo tiempo y en la misma relación. Esta verdad formal refuerza la certeza de la existencia auto conciente de la persona. La segunda presuposición es la ley de la causalidad. Esta verdad formal lleva a la conclusión de que el pensamiento exige un pensador.

La existencia de Dios

Con su primer principio, Descarte llego a la certeza sobre su propia existencia. Si embargo, ¿Qué dice él sobre la existencia de otros, de la existencia del mundo y de la existencia de Dios? ¿Como Descartes puede ir más allá de los límites de la conciencia de si mismo, hacia estas otras realidades?

Descartes comienza analizando su propia duda. Él sabe que esta dudando, porque no puede dudar de que esta dudando sin establecer la duda. Dudar de la duda es dudar. Para que Descartes sepa que esta dudando, tiene que saber que no tiene certeza. Esta falta de certeza implica discernir lo imperfecto de lo perfecto. Para discernir esto, razona él, precisa tener primero una noción de la perfección (por lo menos con respecto a la certeza). Esta idea clara y distinta de perfección precisa tener una causa. También razona que no puede haber mas en el efecto de lo que hay en la causa. Solo un ser perfecto puede causar la idea de perfección. Si la idea de perfección es real, su causa también tiene que ser real. Descartes concluye que Dios es la causa perfecta de su idea de perfección. Para Descartes, basta un pequeño paso desde “pienso, luego existo” para llegar a “pienso, luego Dios existe” (Cogito, ergo deus est).

Habiendo llegado a la convicción de que Dios es y es perfecto, descartes saca de su mente la noción de la duda de que Dios sea un gran engañador.

De la existencia de si mismo y de Dios, Descartes avanza para probar la existencia del mundo, él procura probar esto con la idea de extensión. En cuanto la idea de la no existencia de Dios es absurda (para imaginar un ser perfecto es preciso imaginarlo como ser, no como no existiendo), la idea de la extensión no es contradicha imaginándose una extensión que no existe. El hecho de que la mente pueda imaginar una extensión en formas geométricas no prueba que estas formas existan en realidad. Mas allá de la noción de la extensión, también tenemos sensaciones, entre las cuales esta la noción de que tenemos un cuerpo físico. Tenemos una gran inclinación a creer que las sensaciones que experimentamos vienen de cuerpos (extensos) diferentes del nuestro. O esta inclinación viene de Dios, o Dios es un engañador. Pero Dios no es un engañador; por lo tanto, las sensaciones que tenemos y nuestra noción de extensión tienen que llegar a nosotros a partir de un mundo exterior.

Pensamiento y materia

Un problema considerable que Descartes intenta resolver es la relación entre pensamiento y materia. El campo físico es el campo de la extensión. La materia tiene que se extensa; ella tiene que ocupar espacio. El pensamiento, sin embargo, no es extenso; las ideas no ocupan espacio y no tienen peso (incluso las ideas consideradas “pesadas”).

Descartes enfrenta la cuestión del tiempo de relación que hay entre pensamiento y acción. ¿Qué relación hay entre mente y cuerpo? Por ejemplo: para completar esta frase, tengo que decidir poner en fila las letras en la página. Escribir es una acción física. En mi mente tengo la idea de las palabras que quiero escribir, y de esta idea fluye el acto de escribir. Estoy pasando de lo mental a lo físico. Hace un instante mis pensamientos fueron interrumpidos porque sentí dolor en uno de los dedos con que escribo. Estuve escribiendo toda la mañana, y el dolor de mi dedo me obligo a interrumpir mi línea de pensamiento y a considerar hacer una pausa. En este caso, el proceso de pensamiento y acción, materia y mente, fue invertido. La acción o sensación material en mi dedo dio origen a un pensamiento.

¿Cómo funciona esto? ¿Cómo el pensamiento produce acción y la acción produce pensamiento cuando uno de ellos (el pensamiento) no es extenso ni material, en cuanto el otro (la acción) es extenso y material?

La manera en que Descartes aborda este problema es engañoso. Recurriendo a sus conocimiento de matemática, él argumenta que la transición entre pensamiento y acción, o lo que el llama “interacción”, ocurre en un punto de la glándula piñal en el cerebro. En la matemática, un punto ocupa espacio pero no tiene una longitud extensa definida. En teoría, una línea puede tener un número infinito de puntos. El “punto” es indefinido: ni extenso ni no extenso, y por esto puede servir de transición entre los dos.

En el caso de su teoría de la interacción Descartes no llega a definiciones claras y definidas de sus propias reglas. Él se queda con un dualismo incomodo de mente y cuerpo. Su especulación sobre la relación entre extensión y no extensión, sin embargo, ponen la base para cuestiones cruciales de causalidad que serian probadas por sus discípulos y por otros filósofos.

Dos seguidores de Descartes elaboraron teorías sobre la relación de mente y cuerpo, llamadas ocasionalismo. Uno de ellos, Arnold Geulincx niega cualquier interacción causal entre mente y cuerpo. Los dos son sustancias separadas y diferentes que no pueden causar directamente la una a la otra el hacer alguna cosa. Geulincx admite que, cuando alguien decide mover su brazo, este realmente se mueve. Pero, dice él, la mente o voluntad no es la causa del movimiento del brazo. La causa primaria de todas las acciones es Dios. Cuando la mente piensa en mover el brazo, Dios es quien crea o causa el movimiento. Esta teoría juzga que la causalidad entre mente y cuerpo es secundaria. Los dos actúan en paralelo, debido a la causalidad primaria de Dios.



Notas

1. PTOLOMEO, the almagest. G.J TOOMER (ed), New York, Springer, 1984.

2. Nicolas COPÉRNICO, on the revolution of heavenly spheres. AMHERST/NY, Prometheus, 1995.

3. Rene Descartes, discourse on method, en discourse on method and the meditations. New York Penguin, 1968.

4. Rene Descartes, rules for the direction of de mind, extractos en discourse and method and related writings. Desmond M. Clarke (ed)., New York Penguin, 1999.

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