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Las herramientas perdidas del aprendizaje.

Actualizado: 18 jul 2020

por: Dorothy Sayers.



Introducción

Para que alguien como yo, cuya experiencia docente es extremadamente limitada, pueda discutir la educación, ciertamente se hace necesaria una apología. Es una conducta para la cual el clima actual de opinión es totalmente favorable. Los obispos dan sus opiniones sobre economía; los biólogos sobre metafísica; los químicos inorgánicos sobre teología; las personas más irrelevantes son asignadas a ministerios altamente técnicos; y hombres rudos y ordinarios escriben en periódicos para decir que Epstein y Picasso no pueden dibujar. Hasta cierto punto, y, siempre y cuando la crítica se haga con modestia razonable, estas actividades son loables. Demasiada experiencia no es algo bueno. También hay una razón excelente para que un aficionado pueda sentir que tiene derecho a dar una opinión sobre la educación. Pues si bien no somos todos profesores profesionales, todos fuimos, en algún momento u otro, educados. Aunque no hayamos aprendido nada, quizás especialmente si no hemos aprendido nada: nuestra contribución a la discusión aún puede tener un valor potencial.

Sin embargo, es muy poco probable que las reformas que propongo en realidad sean puestas en práctica. Ni los padres, ni las facultades, ni las juntas de examen, ni las juntas de gobernantes, ni los ministerios de educación los tolerarían; ni siquiera por un segundo. Pues ellas se resumen así: si vamos a producir una sociedad de personas educadas capaces de preservar su libertad intelectual en medio de las presiones complejas de la sociedad moderna, debemos retroceder en el ciclo del progreso unos cuatrocientos o quinientos años, hasta el punto donde la educación comienza a perder de vista su verdadero objetivo, cerca del final de la Edad Media.

Antes de rechazarme con la frase apropiada: reaccionario, romántico, Medievalista, laudator temporis acti (aclamadora de tiempos pasados), o cualquier etiqueta que se te ocurra: te pido que consideres una o dos preguntas diversas que permanecen en la mente de quizás todos nosotros y que ocasionalmente surgen para preocuparnos.

Capitulo 1

¿Por qué la educación clásica?

Cuando pensamos en la edad increíblemente temprana en la que los jóvenes ingresaban a la universidad, digamos, en tiempos de los Tudor, y en lo rápido que eran considerados aptos para asumir la responsabilidad de sus propios actos y negocios, ¿estamos completamente cómodos con esa prolongación artificial de la infancia y de la adolescencia intelectual para los años de madurez física que está tan marcada en nuestro tiempo? Posponer la aceptación de la responsabilidad para una edad más avanzada trae una serie de complicaciones psicológicas que, aunque pueden ser de interés para los psiquiatras, son poco beneficiosas para el individuo o para la sociedad. Un argumento robusto a favor de posponer la edad de abandonar la escuela y extender el período de educación, acostumbra ser que, ahora tenemos mucho más para aprender que en la Edad Media. Esto es cierto en parte, pero no del todo. El niño o niña moderna ciertamente deben estudiar más materias, pero ¿Eso necesariamente significa que realmente aprenden más?

¿No encuentra extraño o desafortunado que hoy, cuando la proporción de alfabetización en Europa occidental es más alta que nunca, la gente se haya vuelto más susceptible a la influencia de la publicidad y a la propaganda en masa de lo que alguna vez imaginamos o pensamos? ¿Usted atribuye este fenómeno al hecho meramente mecánico de que la imprenta, la radio y otros medios de comunicación han facilitado la difusión de la publicidad en dicha área extensa? ¿O a veces tienes la incómoda sospecha de que el fruto de los métodos modernos de educación es peor que eso, o pueda serlo al desentrañar los hechos de las opiniones o lo comprobado de lo plausible?

¿Alguna vez al oir un debate entre personas presumiblemente adultas y responsables, se incomodó con la extraordinaria incapacidad de un argumentador común para hablar sobre el asunto, o confrontar, o refutar los argumentos de los otros oradores? ¿O alguna vez has pensado en la incidencia extremadamente alta de asuntos irrelevantes que surgen en las reuniones de comité, o sobre la sorprendente rareza de las personas capaces de actuar como presidentes de comités? Y al pensar en esto y en el hecho de que muchos de nuestros asuntos públicos se resuelven en debates y comités, ¿alguna vez has sentido una cierta decepción?

¿Alguna vez ha seguido una discusión en el periódico u otros medios y notó con qué frecuencia el autor no define los términos utilizados? ¿O la frecuencia, con la que un escritor ha definido sus términos, y otro asume en su respuesta que estaba usando los términos en el sentido contrario al sentido en el que ya se han definido? ¿Alguna vez se ha sentido un poco molesto por la cantidad de sintaxis descuidada que hay por ahí? Y si este es el caso, ¿se siente incómodo porque no es elegante o porque puede conducir a malentendidos peligrosos?

¿Alguna vez has sentido que los jóvenes, después de salir de la escuela, no solo olvidan casi todo lo que han aprendido (lo que se espera), sino que también olvidan o evidencian que nunca supieron realmente cómo aprender un tema nuevo por sí solos? ¿le molesta conocer hombres y mujeres adultos que parecen incapaces de distinguir entre un libro que es ampliamente, académicamente, y correctamente documentado, y otro que no lo es, como se esperaría de cualquiera con un poco de entrenamiento? ¿O que pueda lidiar con un catálogo de biblioteca? ¿O cuando, confrontados con un libro de referencia, demuestran la curiosa incapacidad de extraer de él los pasajes relevantes para una cuestión particular de su interés?

¿Se ha encontrado con personas para las que, durante toda su vida, el “sujeto” permanece como “sujeto”, dividido por mamparas impenetrables de todos los demás “sujetos”, haciendo que tengan gran dificultad en hacer cualquier conexión mental inmediata entre, digamos, álgebra y ficción policial, eliminación de aguas residuales, y el precio del salmón—o, más en general, entre las esferas del conocimiento como filosofía y economía, o química y arte?

¿De vez en cuando se siente perturbado por las cosas escritas por hombres y mujeres adultos para la lectura? Nos encontramos con un biólogo reconocido escribiendo un artículo semanal en el sentido de que: "Es un argumento en contra de la existencia de un Criador (creo que fue más enfático; pero dado que, desafortunadamente, perdí la referencia, pondré su declaración al nivel mínimo) "un argumento contra la existencia de un Criador que dice que el mismo tipo de variación producida por la selección natural puede producirse sin restricciones por los criadores de ganado". Podemos sentir la tentación de decir que, de hecho, es un argumento para la existencia de un Criador. Evidentemente no es ni una cosa ni la otra; simplemente prueba que las mismas causas materiales (recombinación de cromosomas por medio del cruce de razas, y así sucesivamente) son suficientes para justificar todas las variaciones observadas, así como la variación de combinaciones de la misma decena de tonos es materialmente suficiente para justificar la sonata “claro de luna” de Beethoven y el ruido que hace el gato al caminar sobre las teclas del piano. Pero el rendimiento del gato no prueba ni desaprueba la existencia de Beethoven; y lo único que el argumento del biólogo puede probar es que no puede distinguir entre una causa material y una causa final.

Aquí vemos una oración de una fuente no menos académica que un artículo de primera plana en el suplemento literario del Times: "el francés, Alfred Epinas, señaló que solo ciertas especies (por ejemplo, hormigas o avispas) pueden enfrentar los horrores de la vida y la muerte a través de la asociación”. Yo no sé lo que realmente dijo el francés; lo que el Ingles afirmo que dijo es evidentemente sin sentido. Nunca sabremos si la vida es considerada un horror por la hormiga o, en qué manera la avispa solitaria que usted aplasta en la ventana, puede "enfrentar" o no , los horrores de la muerte. El tema del artículo es el comportamiento masivo de los hombres; y las motivaciones humanas han sido transferidas inapropiadamente de la proposición principal a la instancia de soporte. Entonces, el argumento, de hecho, supone lo que busca probar: un hecho que sería inmediatamente evidente si se presentara en un silogismo formal. Este es solo un pequeño ejemplo aleatorio de un vicio que permea libros enteros, principalmente libros escritos por hombres de ciencia sobre asuntos metafísicos.

Otra cita de la misma cuestión TLS encaja perfectamente aquí para resumir esta colección aleatoria de pensamientos inquietantes, esta vez de la evaluación del Sir Richard Livingstone "Algunas tareas para la educación (Some tasks for education)": "Más de una vez se le recuerda al lector el valor de un estudio intensivo de, por lo menos, una materia para aprender el significado del conocimiento y cuánta precisión y persistencia es necesaria para lograrlo. Sin embargo, existe el pleno reconocimiento del hecho desesperante de que un hombre puede tener el dominio de un campo (de estudio) y no mostrar mejor juicio que su vecino en cualquier otro; él recuerda lo que aprendió pero olvida por completo como lo aprendió”.

Me gustaría llamar la atención sobre la última oración, la que ofrece una explicación de lo que el escritor llama correctamente "Hecho desesperante", que las habilidades intelectuales que nos fueron concedidas a través de la educación no son fácilmente transferibles a otras materias que no sean aquellas para las cuales adquirimos estas habilidades: "... recuerda lo que aprendió, pero olvida por completo cómo lo aprendió".

No sería el gran defecto de nuestra educación hoy, (un defecto capaz de ser percibido en todos los síntomas inquietantes de peligro que he mencionado) que, aunque consigamos enseñar a los estudiantes "asignaturas", desafortunadamente no les enseñamos a pensar: Aprenden todo menos el arte de aprender. Es como si enseñáramos a un niño mecánicamente y jugando, a tocar "The Harmonious blacksmith" en el piano, pero nunca le hubiéramos enseñado la escala o cómo leer música; así que, después de memorizar " The Harmonious blacksmith ", él todavía no tendría idea de cómo aprender "The Last Rose of summer ". ¿Por qué digo "como si”? En algunas artes, a veces hacemos exactamente eso: le pedimos al niño que se "exprese" en la pintura antes de enseñarle a manejar los colores y el pincel. Hay una escuela de pensamiento que cree que esta es la forma correcta de comenzar el trabajo. Pero observe: esta no es la forma en que un artesano capacitado aprenderá sobre un nuevo medio. Él, habiendo aprendido por experiencia la mejor manera de economizar la mano de obra y abordar el asunto correctamente, comenzará garabateando y Jugando con una vieja pieza de material para "aprender a manejar la herramienta”.


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