Porque los niños necesitan la educación cristiana
- Los pensadores
- 27 may 2020
- 4 Min. de lectura
por: Douglas Wilson
Traducido al español por: Dante Joaquin Pignanelli.
Introducción
Me siento tentado a comenzar argumentando que los niños cristianos necesitan de la educación cristiana porque este mismo punto precisa ser debatido. Ellos necesitan de la educación cristiana porque nosotros no la recibimos, y mire donde estamos. No recibimos una educación cristiana, y por eso es necesario explicarle a todo el mundo porqué los niños cristianos la necesitan.
Pero me resisto tenazmente ante la tentación. No es posible convencer a las personas (…?) siendo sarcásticos con ellas, ¿No es así? Se atrapan más moscas con miel que con vinagre. Alguien cierta vez pregunto, y con razón: ¿A quién le gustaría atrapar moscas?
En efecto, hay otro motivo por el cual no deseo comenzar por la discusión de un punto tan obvio (para quien lo considera obvio). Cada vez que surgen desacuerdos entre cristianos, en general bien informados e intencionados, cambiar de tema es, a menudo, lo más sensato que se puede hacer; o mejor, aparentar cambiar de tema. Los terremotos son causados por desplazamientos de placas tectónicas que ocurren muy por debajo de la superficie. Los desacuerdos sobre asuntos como la necesidad de la educación cristiana, en realidad, tratan acerca de la naturaleza del conocimiento, del sentido de la gracia común, de la autoridad de la revelación natural y la imposibilidad de la educación neutral. Estas son las cuestiones más amplias, y jamás llegaremos a algún lugar, si comenzamos con los pormenores, y no tratamos con estas primero. Tales Problemas son como las placas tectónicas.
Para poder discutir los objetivos de la escuela cristiana, debemos establecer antes la finalidad de la fe cristiana. Para entender la utilidad de la educación cristiana, debemos determinar para que sirve el cristianismo. A menudo se supone que estamos de acuerdo con respecto al propósito del cristianismo, pero, al tocar el asunto de la educación surgen divergencias, de forma misteriosa. Aun así, los desafíos sobre la educación cristiana suelen tener raíces muy profundas. Discutimos sobre el mapa que debemos usar porque discordamos sobre el lugar adonde ir. La cuestión de la educación cristiana es el test decisivo, y revela diferencias mucho mayores que las imaginadas al principio.
Si la fe cristiana lo abarca todo, entonces es obvio que las escuelas cristianas entran ahí. Sin embargo, si la fe cristiana solo se aplica a ciertos aspectos de la vida, definidos con rigor, las escuelas integralmente cristianas serán vistas, claro está, como lugares en que los cristianos traspasan su esfera de acción, entrometiéndose en asuntos que no les incumbe. Por eso, el enfoque de este pequeño libro será tratar, en primer lugar, con estas cuestiones teológicas fundamentales. Cuando ellas estén puestas en la mesa, delante de nosotros, solo entonces podremos avanzar en la discusión sobre la educación de nuestros hijos. Si concordamos en el punto de destino, es posible que tengamos menos problemas al decidir que mapa usar.
¿Qué es la educación Cristiana?
En sentido amplio, educación es el proceso de transmitir a la generación siguiente el conocimiento de sus padres sobre la naturaleza del mundo. Cuando el cristiano dice que no es necesario dar a los hijos una educación explícitamente cristiana, no abandona esta definición de educación; en realidad, el nos dice algo sobre su conocimiento al respecto de la naturaleza del mundo. Y pretende, como las otras personas, transmitir este conocimiento a sus hijos; la diferencia consiste, de hecho, en el saber. Dicho cristiano cree que gran parte de lo que adquirimos en el proceso educativo es “neutro”, y no le molesta que sus hijos reciban grandes dosis de información neutra, así como ocurrió con él. Cree que su espíritu está repleto del mismo tipo de información neutra. Ahora bien, si el aprendió con incrédulos, ¿Por qué sus hijos no pueden hacer lo mismo? Y, al pensar que la substancia de la educación contiene gran cantidad de “información neutra”, también considera que los niños cristianos deberían tener acceso a ella.
El cristiano que razona así no desea ver a su hijo convertirse en un musulmán radical, un budista practicante o un ateo. Desea que sus hijos se conviertan en el mismo tipo de cristiano que él. Mantiene la tradición que recibió, e intenta hacerlo con fidelidad. Y como si esto no fuese lo suficientemente complicado, el otro tipo de cristiano (que insiste en adoptar el enfoque “a todo o nada”, al estilo de las “fuerzas de operaciones especiales de Jesús”) es a veces demasiado celoso. Con frecuencia, los ultra-celosos afirman cosas verdaderas y bíblicas, pero a veces ni siquiera saben de que espíritu son (Lc 9.55). Las reivindicaciones de Cristo, como argumentaré, son, de hecho, totales. Pero no se aplican solo a cristianos con hijos en escuelas públicas. Son aplicables a cristianos demasiado entusiastas en busca de prosélitos; del tipo que acaba por hacer que las personas pierdan interés en la predicación. “No seas demasiado justo, o demasiado sabio; ¿Por qué te destruirías a ti mismo?” (Ec. 7:16). Las alegaciones integrales de Cristo a veces tienen como consecuencia que quien las asumen deba tomarlas con calma.
Ahora, volvamos a los padres cristianos que creen en la existencia de la neutralidad en la educación. No se trata necesariamente de negligencia en los padres; sino que, revela cierta doctrina acerca del conocimiento. Estoy convencido de que esta doctrina sobre el conocimiento es perjudicial a largo plazo, y las Escrituras dicen a los maestros cristianos que refuten las falsas doctrinas (Tito 1.9, 11); lo que no equivale solo a quejarse de aquellos que siguen estas doctrinas aun por refutar.
La Biblia nos dice que cosechamos lo que sembramos (Gal 6.7), pero, si la iglesia no sembró un concepto epistemológico integralmente cristiano, ¿Cómo espera cosechar un concepto cristiano integral de la educación? El campo de la epistemología cuestiona como conocemos las cosas nosotros los humanos, y las escuelas son lugares donde los seres humanos jóvenes conocerán las cosas. Estos dos temas están relacionados e inequívocamente entrelazados. No podemos esperar comprender el segundo sin antes resolver el primero.
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