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Teología Sistemática: SALVACIÓN 2


Por: Vincent Cheung



LLAMADOS

Romanos 8:29-30 nos dice que a aquellos a quienes Dios escogió para salvación, también ha dado un propósito, a saber, conformarse a la semejanza de su Hijo. Y a aquellos a quienes él a dado tal propósito, les envía un llamado en el debido tiempo, para que puedan venir a Cristo. Así, el pasaje dice: “y a los que predestino también llamó” (V.30).

Recuerde que todos los que están incluidos en una fase de la aplicación de la redención, también entran en la fase siguiente. Todos a los que Dios eligió, también predestino, y a todos los que predestino, también llama a Cristo. Pero el versículo 30 continua y dice: “a los que llamó también justifico.” Así, todos los que son llamados alcanzaran la justificación. Y visto que esta es por la fe en Cristo, todos los llamados creerán en Cristo y serán justificados. Por lo tanto, el llamado divino para con el elegido es obligatoriamente eficaz y, así, los teólogos llaman a este acto de Dios LLAMADO EFICAZ.

Visto que el llamado eficaz es un llamado cuyo resultado esta garantizado, no es como una “invitación” que el elegido puede aceptar o rechazar. Antes, es más parecido a lo que queremos decir por el verbo intimar. Al llamar a sus elegidos Dios no los invita meramente a hacer algo, sino que él mismo hace algo en ellos. Sinclair Ferguson escribe: “aquel que los llama crea en ellos la capacidad para responder, de forma que en el propio acto de llamar él los trae a una nueva vida”. (34) así, a aquellos a quienes Dios escogió y predestino en la eternidad, también intima para que vengan a Cristo en el tiempo histórico.

Dios intima al elegido comúnmente a través de la predicación del evangelio. Ahora bien, los cristianos no aprenden primeramente a identificar a los elegidos, para luego predicar el evangelio únicamente a ellos. Sino que, ellos predican el evangelio “a toda creación” y “quien cree y es bautizado es salvo, mas quien no cree es condenado” (Marcos 16:15-16). Por lo tanto, sea en forma de discurso publico, conversación privada, literatura escrita u otros medios, la predicación o presentación del evangelio es dirigida tanto a los elegidos como a los no elegidos. El elegido llegara a la fe; el no elegido o rechazara el evangelio, o producirá una profesión de fe temporal y falsa.

Debido a esto, los teólogos distinguen entre el LLAMADO EXTERNO y el LLAMADO INTERNO. El llamado externo se refiere a la predicación del evangelio por seres humanos, y es presentado tanto a los elegidos como a los no elegidos. Por otro lado, el llamado interno o eficaz es una obra divina que acompaña al llamado externo para hacer que el elegido llegue a la fe en Cristo. La predicación del evangelio se muestra a todos como un llamado externo, pero ella viene también como una intimación interna a los elegidos. El llamado externo es producido por los seres humanos, mas el interno es una obra solamente de Dios y ocurre solamente en los elegidos. El segundo es habitualmente concomitante con el primero. En otras palabras, muchas personas pueden oír el evangelio en una situación determinada, mas Dios solo hace que solo los elegidos crean en lo que es predicado, al paso que endurece a los no elegidos contra el mismo.

Mateo 22:14 dice: “porque hay muchos convidados pero pocos escogidos”. La palabra “convidados”, como en muchas otras traducciones, puede ser traducida como “llamados”. Muchos son de hecho “convidados” por el hecho de oír el llamado externo del evangelio, pero solamente unos pocos están entre los elegidos de Dios, y, por lo tanto las profesiones de fe genuinas y permanentes vienen del ultimo grupo.

REGENERADOS

Podemos definir la naturaleza pecaminosa del hombre como una fuerte disposición de la mente hacia el mal (Colosenses 1:21; Romanos 8:5-7). REGENERACIÓN es una obra de Dios en la cual él transforma una tan maligna disposición en otra que se deleita en las leyes y en los preceptos divinos (Ezequiel 11:19-20, 36: 26-27), y esto resulta en una resurrección espiritual. La regeneración es una transformación drástica y permanente en el nivel mas profundo de la personalidad y del intelecto de alguien, que podemos llamar una RECONSTRUCCIÓN RADICAL (35). Los compromisos mas básicos del individuo para con objetos y principios abominables, a los que una vez sirvió, son dejados atrás y son vueltos a Dios. Tal cambio en el primer principio del pensamiento y conducta de una persona genera un efecto como de ondas, que transforma el espectro entero de su cosmovisión y estilo de vida.

Regeneración, o ser “nacido de nuevo”, ocurre en conjunto con el llamado eficaz de Dios para con sus elegidos (1 Pedro 1:23; Santiago 1:18), y los capacita para responder en fe y arrepentimiento a Cristo. Esto significa que la regeneración precede a la fe, esto es, una persona no nace de nuevo por la fe, sino que es capacitada para creer precisamente porque Dios la regenero primero. La fe no es la precondición de la regeneración; antes, la regeneración es la precondición de la fe.

Una razón por la cual muchos cristianos piensan que la regeneración ocurre por la fe es porque confunden regeneración con salvación en general, y “justificación” en particular. Cuando la palabra “salvación” es aplicada al pecador, es un termino general que puede implicar diversas cosas, tales como los ítems que estamos discutiendo en este capitulo. Por otro lado, en la justificación Dios confiere al elegido la justicia legal merecida por Cristo en su obra redentora. La Biblia enseña que nosotros somos justificados por la fe, y no que somos regenerados por la fe. La confusión acontece cuando se considera tanto la justificación como la regeneración como teniendo el sentido de “salvación”.

Jesús dice: “les digo la verdad: nadie puede ver el reino de Dios, sino naciere de nuevo”(Juan 3:3). La palabra “ver” aquí se refiere principalmente a la capacidad de entender, o “investigar”. Pablo escribe en 2 Corintios 4:4 : “el dios de esta era cegó las mentes de los incrédulos, para que no puedan ver la luz del evangelio de la gloria de Cristo”. Si ellos no pueden “ver” el evangelio, entonces no pueden aceptarlo, lo que consecuentemente hace imposible que sean salvos.

Mateo 13:15 establece un punto similar: “pues el corazón de este pueblo se volvió insensible; con mala voluntad oyeron con sus oídos, y cerraron sus ojos. Si no fuera así, podrían ver con los ojos, oír con los oídos, entender con el corazón y convertirse, y yo los curaría”. O, como Marcos 4:12 dice: “¡de otro modo podrían convertirse y ser perdonados!”. Una persona entenderá solamente cuando sea capaz de ver, y solamente cuando ella entienda será capaz de volverse, esto es, “convertirse” (Mateo 13:15). Si es necesario “ver” antes que alguien tenga fe, y si la capacidad de “ver” es posible solamente después de la regeneración (Juan 3:3), entonces naturalmente la regeneración viene antes de la fe.

Resumiendo, Dios escogió un numero de individuos para salvación. Luego, Cristo vino a esta tierra y pagó el precio del pecado por los elegidos. Entonces, cada uno de los elegidos es intimado a creer en el evangelio en los tiempos especificaos designados por Dios. Sin embargo, visto que los elegidos nacen pecadores, hay dentro de ellos un fuerte disposición hacia el mal, haciéndolos incapaces e indispuesto para responder. Por lo tanto, él regenera a los pecadores elegidos al tiempo en que los intima, y coloca en cada uno de ellos una nueva naturaleza que se inclina hacia Dios y la justicia. Así, la regeneración es una obra MONERGISTA- ella es una obra de Dios que produce sus efectos sin ninguna cooperación de la persona que esta siendo salvada.

Juan 1:12-13 hace referencia a la naturaleza monergista de la regeneración: “mas a todos los que lo recibieron, a ellos les dio el derecho de volverse hijos de Dios, aquellos que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”. El pasaje indica que la regeneración no ocurre por pertenecer a una descendencia natural particular, ni ocurre por “decisión humana” (V.13). la opinión popular sobre la regeneración es que, mediante una “decisión” por Cristo el hombre puede nacer de nuevo y de este modo, ser salvo del pecado. Sin embargo, la escritura enseña que la regeneración es una obra totalmente de Dios, que él efectúa en sus escogidos, y que no ocurre a través de la voluntad del hombre: “el viento sopla donde quiere. Lo oyes, pero no puedes decir de donde viene ni a donde va. Así acontece con todos los nacidos del espíritu” (Juan 3:8).

Es fácil entender porque la regeneración debe preceder a la fe, si tenemos en mente que el hombre esta espiritualmente muerto antes de la regeneración (Efesios 2:1; Romanos 3:10-12, 23). Por causa de la hostilidad de la mente a las cosas divinas antes de la regeneración, los elegidos por si mismos nunca llegarían a la fe en Cristo cuando el evangelio les fuese presentado. Es Dios quien actúa primero, y habiendo cambiado la disposición de ellos de mala a buena, y de las tinieblas a la luz, ellos entonces responden al evangelio por la fe en Cristo, y por ella son justificados a los ojos de Dios. Hechos 16:14 registra la conversión de Lidia, y el versículo dice que fue Dios quien primero “abrió su corazón” para que ella pudiese “responder al mensaje de Pablo”.

CONVERTIDOS

Tras haber sido regenerado por Dios, el individuo elegido ahora “ve” la verdad del evangelio y responde al llamado eficaz pasando por la CONVERSIÓN, la cual consiste de arrepentimiento y fe. El mensaje de Jesús para el pueblo era: “arrepiéntanse y crean en las buenas nuevas” (Marcos 1:15). Y reprendió “a los jefes de los sacerdotes y a los lideres religiosos del pueblo”, pues ellos “no se arrepintieron ni creyeron” (Mateo 21:23, 32) bajo el ministerio de Juan el Bautista.

La palabra “conversión” significa volverse, e incluye tanto los conceptos de arrepentimiento como de fe. Arrepentimiento es la parte de la conversión en la cual una persona se vuelve del pecado, mientras que la fe se da cuando se vuelve a Cristo para salvación. La conexión estrecha entre arrepentimiento y fe también es indicada en Hebreos 6:1, donde se dice que las “enseñanzas elementales al respecto de Cristo” consisten de “arrepentimiento de hechos que conducen a la muerte, y de la fe en Dios”. El escritor llama a esto “fundamento” o comienzo de la vida Cristiana.

En el ARREPENTIMIENTO, el pecador primero llega a una verdadera percepción intelectual de su condición pecaminosa. Visto que Dios ya lo regenero, él haya su condición repugnante y se determina a volverse tanto de su estilo de vida que consistía de pecados cuanto de hechos individuales pecaminosos.

El arrepentimiento es de volición y no de emoción. Aunque mucha emoción pueda a veces acompañar a la mudanza de la mente, no es un elemento necesario definidor. Naturalmente, un estado mental que consistía nada más que una excitación emocional sobre los pecados propios y las faltas sin un acto de volición de dar las espaldas a esto no constituye arrepentimiento y, por consiguiente, no resultara en fe y justificación.

La conversión no resulta apenas en un cambio negativo, en el cual alguien se vuelve de los ídolos, mas Pablo afirma que el individuo elegido también lo hace “a fin de servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tesalonicenses 1:9). Más allá de esto, un sistema definido de teología es acrecentado al pensamiento de la persona, sustituyendo la antigua cosmovisión no bíblica. Este es el aspecto de la conversión al que llamamos FE.

Muchos teólogos sugieren que la fe consiste de 3 elementos: conocimiento, asentimiento y confianza. Pero los textos a seguir mostraran que la fe solo consiste de los dos primeros, y que la ultima es apenas un atajo para asentimiento.

CONOCIMIENTO alude a la retención y comprensión intelectual de proposiciones verdaderas. Este es un elemento necesario de la fe, visto que es imposible creer en alguna cosa sin conocerla. Si no se sabe lo que X representa, no puedo responder a la cuestión, “¿usted cree en X?”. La fe es imposible sin el conocimiento.

Dios concede conocimiento a un individuo como el primer elemento de la fe salvifica, habitualmente por la predicación o presentación del evangelio. Como escribe el apóstol Pablo, “¿Cómo podrán en aquel de quien no oyeron? ¿Y como podrán oír sin predicador?” (Romanos 10:14, Biblia de Jerusalén). El conocimiento también implica entendimiento en este caso. Así como es imposible creer en X mientras permanezca indefinida, no se puede creer en algo mientras su definición no sea comprendida. Visto que el evangelio es siempre presentado de forma proposicional, el conocimiento y el entendimiento necesarios para la fe aluden a la retención y comprensión mentales del sentido de las afirmaciones verbales presentadas.

ASENTIMIENTO es concordancia con las proposiciones entendidas. Aunque cualquiera pueda obtener algún entendimiento del mensaje evangélico, no todos consentirán con que sea verdadero. Es fácil para alguien explicar a otro la reivindicación escritural de la resurrección de Cristo, pero si el oyente va a concordar con que esta realmente ocurrió es otra cuestión. Como he mencionado, la disposición maligna de la mente no regenerada impide a la persona ceder al evangelio independientemente de la capacidad de persuasión del predicador. Luego, ella primeramente debe ser regenerada por Dios, de modo que obtenga una nueva disposición favorable al evangelio, al que luego prontamente asentirá.

Visto que muchos teólogos piensan que los no elegidos pueden verdaderamente asentir al evangelio sin “confianza personal” en Cristo, también abogan que el conocimiento y el asentimiento no son suficientes para salvar. Se debe agregar a esto dos el tercer elemento de la CONFIANZA, la cual definen como una seguridad personal y relacional sobre la persona de Cristo. Dicen que, aunque los objetos del conocimiento y del asentimiento sean proposiciones, el objeto de la confianza debe ser una persona, a saber, Cristo. O sea, la fe salvifica cree en Cristo como una persona, y no como un conjunto de proposiciones.

Aunque no todos los teólogos distingan la fe entre estos 3 elementos, muchos de ellos la definen de forma tal que significa alegar que la fe salvifica debe moverse de lo intelectual a lo relacional, de lo proposicional a lo personal, y del asentimiento a la confianza. Para ellos asentimiento corresponde a una fe que “cree que”, mientras que la confianza es una fe que “cree en”. El primero cree que ciertas cosas acerca de Cristo son verdaderas, pero la segunda va más allá, y cree en la persona de Cristo. Fe es creencia en una persona, no en ciertos hechos sobre la persona. Ellos señalan pasajes en los que se exige a una persona creer en el evangelio. Por ejemplo Hechos 16:31, que dice: “cree en el Señor Jesús, y serás salvo”, y 1 Juan 3:23: “y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su hijo Jesucristo”.

Sin embargo, hay razones conclusivas para rechazar tal distinción entre asentimiento y confianza, para afirmar que la fe consiste solo de conocimiento y asentimiento.

En primer lugar, la Biblia no emplea exclusivamente la expresión “creer en” al referirse a la fe. Por ejemplo, Hebreos 11:6 dice que “sin fe es imposible agradar a Dios, pues quien se aproxima a él debe creer que existe y que recompensa a aquellos que le buscan”. El versículo exige que alguien que viene a Dios debe asentir a dos proposiciones. Debe creer que (1) “Dios existe”, y que (2) “Dios recompensa a aquellos que le buscan”. El escritor dice que tal fe puede “agradar a Dios”, y que “fue por medio de ella que los antiguos recibieron buen testimonio” (V.2).

En segundo lugar, el Nuevo Testamento indica que creer en Cristo quiere decir creer que ciertas proposiciones son verdaderas:

Pues lo que primeramente les transmití fue lo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras, [que] fue sepultado y [que] resucitó al tercer día, según las escrituras, y [que] apareció a Pedro y después a los doce. (1 Corintios 15:3-5).

En tercer lugar, podemos demostrar con un análisis del lenguaje que creer en (o “confiar” en) una persona es simplemente un simplificación de creer que (o “asentir” a) ciertas proposiciones al respecto de él son verdaderas.

Por ejemplo, hay dos maneras de comprender la pregunta “¿usted cree en el diablo?”. La pregunta puede, o estar preguntando si alguien cree que el diablo existe, o si él cree que el diablo es digno de adoración (36). Esto es, la pregunta supone una entre dos proposiciones, y pide al oyente que la afirme o la niegue. Un cristiano afirmaría la primera y negaría la segunda. Sin embargo, a menos que el contexto de la conversación demuestre el significado de la pregunta, o que el oyente tenga una suposición en cuanto al sentido de la pregunta en caso de que el contexto no lo ofrezca, es imposible decir cual de las dos proposiciones esta siendo preguntada para que el oyente la afirme o niegue.


Si D= “el diablo”, e= “existe”, y d= “digno de adoración”, entonces “yo creo en D” puede significar tanto “yo creo que D e” o “yo creo que D d”. De ambas maneras, “yo creo en D” puede representar cualquiera de las dos afirmaciones “creer que”, y así no es nada más que una simplificación para una de ellas.

De la misma manera, “yo creo en Dios” es una afirmación sin sentido a menos que sea reducible a una o mas proposiciones “creer que”. En el contexto de Hebreos 11:6, si G= “Dios”, e= “existe” y g= “galardonador”, entonces “yo creo en G” parece tener tres sentidos posibles: (37)

1. “yo creo que G e”

2. “yo creo que G g”

3. “yo creo que G e + G g”

Hebreos 11:6 exige una fe que afirme (3), sin la cual no se puede agradar a Dios; es un tipo de fe “creer que”. Observe también que creer en X puede suponer una fe “creer que” en más de una proposición. En Hebreos 11:6, tener fe tiene el sentido de creer que G e +G g.

Luego, podemos concluir que “yo creo en X” es meramente una simplificación para “yo creo que X1 +X2 +X3…Xn”. Esto quiere decir que creer o tener fe en algo o alguien es creer o tener fe que una o más proposiciones acerca de tal cosa o persona es verdadera. Tener fe en Dios y en Cristo es precisamente creer algo acerca de ellos – tener una fe “creer que”. Decir que la fe es creencia o confianza en una persona en vez de asentimiento a proposiciones y que ella debe ir mas allá del nivel intelectual para sonar mas piadosa o profunda para algunos, es un concepto de fe sin significado. Una fe que no “crea que” ciertas proposiciones son verdaderas no cree en ninguna cosa en absoluto; el contenido de esta supuesta fe esta indefinido.

Muchos alegan que Santiago 2:19 se opone a este punto de vista solamente intelectual y proposicional sobre la fe. El versículo dice, “¿usted cree que existe un solo Dios? ¡Muy bien! ¡Hasta los demonios creen y tiemblan!”. Para ellos, este versículo indica que meramente “creer que exista un solo Dios” es bueno porque conciente en una proposición verdadera, pero no es una fe salvifica. Incluso los demonios, y por implicación los no - elegidos, pueden tener tal especie de “fe” y, en consecuencia, esto falla al no distinguir el tipo de fe que salva como una “mera” concordancia intelectual al evangelio.

Con todo, tal objeción ignora el contexto del pasaje. El versículo 17 dice: “así también la fe, por si sola, sino es acompañada de obras, esta muerta”. La verdadera fe resulta en un comportamiento que corresponde al contenido de la creencia de alguien. Los demonios creen que hay un solo Dios, pero no actúan de modo que corresponda a tal creencia. En vez de adorarlo como a Dios, meramente se estremecen y se rebelan contra él.


Lo que Santiago dice no contradice lo que escribí acerca de fe, pero sirve para esclarecerlo. Él esta diciendo que la verdadera fe produce acciones que corresponden al alegado asentimiento a ella. En ningún lugar dice que la alternativa a la “fe” de los demonios es alguna especie de “confianza personal”. Antes, lo que dice hace que sea preciso que incluyamos en nuestra definición de fe que el verdadero asentimiento subentiende obediencia a las necesarias implicaciones de las proposiciones afirmadas.

Por ejemplo, suponiendo que alguien haya definido correctamente “Dios”, creer que “existe un solo Dios” (Santiago 2:19) también requiere que esa persona lo adore, visto que la palabra denota al ser ultimo que es inherentemente digno de culto. Que los demonios no adoren a “Dios” significa que ellos, o rechazan reconocer el pleno significado de la palabra, o que, estando totalmente concientes de sus implicaciones, se oponen a concederle completo asentimiento.

Un comentario hecho por Sinclair Ferguson sobre la fe muestra la confusión común acerca del asentimiento y la confianza.

Fe es más que asentimiento, pero nunca es menos que este. La fe de tomas en el cristo resucitado fue asentimiento al hecho de la resurrección. Sin embargo, fue más que esto. Fue un corazón que reconoció: “¡Señor mió, y Dios mió!” (Juan 20:28) (38).

No obstante, no hay diferencia alguna entre “un corazón que reconoció” y “una mente que asintió” (39). Él esta haciendo una distinción que suena piadosa pero que carece de sentido. Mas allá de eso, “¡Señor mió, y Dios mió!” no es una persona, sino una proposición. Luego, aunque parezca que Ferguson no esta de acuerdo con esto, el concuerda con nosotros en que la fe de Tomas significa “una mente que asintió a una proposición”, y que la fe no es “mas” que asentimiento.

Todas las consideraciones de arriba resultan en una definición bíblica de fe. Visto que la naturaleza de la fe es el asentir al conocimiento, y este denota una retención y comprensión de una o mas proposiciones, fe es el asentimiento voluntario a proposiciones comprendidas, y asentimiento aquí envuelve obediencia a las exigencias inherentemente presentes en dichas proposiciones.

La fuente de estas proposiciones a las cuales se debe asentir es la Biblia. Mientras que la fe salvífica consiste de asentimiento a ciertas proposiciones relacionadas a la obra redentora de Cristo, la fe bíblica en general permanece y se desarrolla en el cristiano en la medida en que asiente a estas mismas proposiciones junto con otras en aquel libro, y así crece en madurez espiritual.

En vez de usar la palabra “confianza” para distinguir la fe verdadera de la falsa, tenemos que distinguir solamente el verdadero asentimiento del falso, o la fe verdadera de la falsa. El verdadero asentimiento es una concordancia intelectual con proposiciones comprendidas que resultan en obediencia a todas las implicaciones de aquellas. Por otro lado, una persona con falso asentimiento a proposiciones bíblicas afirma que concuerda con las escrituras, mas no produce los pensamientos, lenguaje y comportamiento que necesariamente se infiere de una tal concordancia.


La salvación por la gracia mediante la fe es un don de Dios: “pues ustedes son salvos por la gracia mediante la fe, y esto no viene de ustedes, es don de Dios; no por obras, para que nadie se glorié” (Efesios 2:8-9). De este modo, la fe no puede ser fabricada por el hombre, más solamente dada a él. Esto es consistente con lo que dijimos al respecto de la naturaleza monergista de la salvación hasta aquí, que de la elección a la regeneración y, ahora al arrepentimiento y la fe, la salvación es únicamente la obra de Dios, no del hombre. Por lo tanto, nadie puede gloriarse incluso acerca de su aceptación al evangelio.

Sin la obra divina de la regeneración en la cual él transforma la disposición y volición del hombre, nadie puede o va a asentir de verdad a las proposiciones bíblicas sobre Dios y Cristo. Nuestra definición indica que la fe tiene un elemento de volición, que es un asentimiento voluntario al evangelio. La voluntad del hombre no regenerado no puede asentir al evangelio, mas aquel que fue regenerado por Dios también fue hecho deseoso para aceptar a Cristo; Dios mudo su querer. Luego, él no “compele” a una persona a la fe en el sentido de forzarla a creer lo que él concientemente rechaza aceptar, mas “compele” un cambio en la voluntad por la regeneración, de forma que su asentimiento al evangelio sea de hecho voluntario. O sea, la fe es voluntaria en el sentido de que la persona elegida decide aceptar el evangelio, mas solamente lo hace porque Dios la lleva a decidir así; sin su poder para “compeler” o transformar el querer, nadie decidiría aceptar a aquel.

Ahora bien, Jesús dice en Juan 7:17: “si alguien decide hacer la voluntad de Dios, descubrirá si mi enseñanza viene de Dios o si hablo por mi mismo”. Mas Romanos 8:7 dice que “la mentalidad de la carne es enemiga de Dios porque no se somete a la ley divina, ni puede hacerlo”. Visto que la mente pecaminosa no puede someterse a él, esto obligatoriamente significa que la persona que “decide hacer la voluntad de Dios” ya fue transformada por él, de modo que su disposición no es mas pecaminosa, sino recta. Ella, entonces, voluntariamente decide hacer la voluntad divina, y volverse apta para discernir la veracidad del evangelio. Otra vez, esto hace suponer que la regeneración debe preceder a la fe, y que la fe misma es un don de Dios.

JUSTIFICADOS

Los cristianos están acostumbrados a pensar que la “salvación” viene por la fe, especialmente en oposición a las obras. La JUSTIFICACIÓN es un acto de Dios por el cual él declara al pecador elegido como justo sobre la base de la justicia de Cristo. Visto que la justificación se refiere a tal justicia siendo legalmente acreditada al elegido, y así, precede a muchos de los otros ítems en la aplicación de la redención, en un cierto sentido, no incurre en error quien dice que la fe lleva a los ítems subsecuentes en el orden de la salvación, para la cual la justificación es una precondición. Por ejemplo, Hechos 26:18 dice que los elegidos son “santificados por la fe”.

Sin embargo, la regeneración precede tanto a la fe como a la justificación, y nunca es dicho que ella sigue o resulta de la fe, ni que debe ser confundida con la justificación. Es la regeneración que lleva a la fe, y es la fe que lleva a nuestra justificación.

En otras palabras, habiendo escogido a ciertos individuos para ser salvos, Dios envió a Cristo para morir por ellos y, así, pagar por sus pecados. En el debido tiempo, Dios altera la disposición pecaminosa de ellos para otra que se deleita en su voluntad y sus leyes. Como resultado, estos individuos responden al evangelio en fe, lo que, a su vez, lleva a una declaración legar de parte de Dios de que ellos fueron hechos justos a sus ojos.

Por lo tanto, la fe es nuestra respuesta divinamente capacitada al llamado eficaz de Dios, y la justificación es su respuesta a nuestra fe, la cual, antes de todo, vino de él. Pablo escribe que todos aquellos que son predestinados por él, son también llamados, y visto que el llamado es un llamado eficaz, todos los que son llamados de esta manera también responden en fe, y son, por lo tanto, justificados (Romanos 8:30).

La escritura afirma que la justificación viene por la fe, y no por las obras. Ejemplos de pasajes en apoyo para esto incluyen los siguientes:

Abraham creyó a Dios, y esto le fue acreditado como justicia. (Génesis 15:6).

Por medio de él, todo aquel que cree es justificado de todas las cosas de las cuales no podían ser justificados por la ley de Moisés. (Hechos 13:39).

Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado.

Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.[q] … pues sustentamos que el hombre es justificado por la fe, aparte de la obediencia a la ley.

(Romanos 3:20-24, 28)

Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda. Sin embargo, al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en cuenta la fe como justicia.

(Romanos 4:4-5)

En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos[y] paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.

(Romanos 5:1-2)

Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado.

(Gálatas 2:16)

Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo,[u] para que fuéramos justificados por la fe.

(Gálatas 3:24)

A la luz del énfasis bíblico sobre la justificación por la fe solamente, especialmente en los escritos de Pablo, algunos creyentes han quedado confundidos con ciertos versículos de Santiago 2. Por ejemplo, el versículo 24 dice: “una persona es justificada por obras, y no apenas por la fe”. Pero la dificultad desaparece cuando observamos como el término es usado y prestamos atención al contexto.

Observe que estamos discutiendo como una palabra está siendo usada por dos escritores bíblicos diferentes. Aunque podamos estar convencidos de que todos los escritores de la Escritura concuerdan en teología, ellos no siembre usan las mismas palabras para expresar los mismos conceptos, y no siempre utilizan las mismas palabras con exactamente el mismo significado o énfasis. Por ejemplo, aunque Juan no use la palabra “justificación”, sus escritos enseñan que alguien es salvo por la fe solamente tan fuertemente como los escritos de Pablo.(40) Listaremos solo algunos ejemplos aquí:

El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.

(Juan 3:18)

—¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? —le preguntaron. —Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió —les respondió Jesús.

(Juan 6:28-29)

—Ustedes son de aquí abajo —continuó Jesús—; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues si no creen que yo soy el que afirmo ser,[m] en sus pecados morirán.

(Juan 8:23-24)

Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.

(Juan 20:31)



Con el entendimiento de que la misma palabra puede ser usada con significados diferentes por escritores bíblicos diferentes, podemos aceptar la siguiente explicación de Robert Reymond:

Mientras Pablo pretende decir por “Justificado” el acto real de parte de Dios, por el cual perdona e imputa justicia al impío, para Santiago “justificado” significa el veredicto que Dios declara cuando el realmente (anteriormente) justificado demuestra su real estado de justicia por la obediencia y buenas obras…

Mientras que Pablo, cuando repudia las “obras”, se esta refiriendo a las obras de la ley, esto es, toda y cualquier obra, de cualquier especie, hecha con el objetivo de adquirir merito, Santiago intenta con “obras” referirse a los hechos de bondad para con aquellos en necesidad, realizados como el fruto y la evidencia del real estado de justificado y de una fe verdadera y vital (Santiago 2:14-17)…

Y mientras Pablo cree, de todo corazón, que los hombres son justificados por la fe solamente, el insiste tan fuertemente como Santiago que tal fe, por si sola, no es verdadera, mas es una fe muerta: “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan algo. [lo que cuanta] es la fe que opera a través del amor” (Gálatas 5:6), lo que apenas difiere en significado de la expresión de Santiago: “Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo” (Santiago 2:22). Pablo también habla de la “obra de la fe” del cristiano (1 Tesalonicenses 1:3). Y en el mismo contexto donde él afirma que somos salvos por la gracia a través de la fe, y “no por obras”, Pablo puede declarar que fuimos “creados en Cristo Jesús para las buenas obras las cuales Dios preparo de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10). Resumiendo, mientras para Santiago “a fe sin obras es muerta”, para Pablo “la fe opera a través del amor” es inevitable, si ella fuere una fe verdadera (41)

Pablo quería mostrar que la justificación, en el sentido de la declaración legal inicial de justicia de parte de Dios, viene solamente por la fe en la obra de Cristo, pero Santiago estaba mas preocupado en mostrar que si tal fe no resulta en un estilo de vida justo entonces, antes que nada, esta fe no es una fe verdadera y la declaración legal de justicia de la parte divina nunca aconteció de forma alguna. Visto que alguien no es salvo por las buenas obras, sino para las buenas obras (Efesios 2:10), una persona no necesita producir buenas obras par ser salva, pero si ella no produce buenas obras tras haber alegado ser salva, entonces nunca fue salva.



Así, Santiago no niega que la justicia legal venga por la fe solamente- lo cual no esta bajo consideración- mas él quería desafiar a sus lectores a demostrar que la fe de ellos era genuina: “muéstrame tu fe si obras, y yo te mostrare mi fe por las obras” (Santiago 2:18). Su énfasis no era sobre como alguien obtiene justicia legal, sino sobre como alguien que reivindica haber alcanzado tal justificación debería comportarse: “la religión que Dios, nuestro Padre, acepta como pura e inmaculada es esta: cuidar de los huérfanos y las viudas en sus dificultades y no dejarse corromper por el mundo” (Santiago 1:27).

La naturaleza legan de la justificación significa que la justicia acreditada a los elegidos es una JUSTICIA IMPUTADA antes que una JUSTICIA INFUNDIDA. Dios envió a Cristo para pagar por los pecados de los elegidos entonces les concede fe como el medio por el cual acredita legalmente la justicia positiva de Cristo a ellos. La justicia concedida a los elegidos no es, de este modo, aquella que haya sido adquirida o producida por ellos mismo, sino que fue generada por Cristo y a ellos dada como un don. Luego, cuando afirmamos que la justificación es por la fe solamente, estamos, en verdad, afirmando que la justificación no es por nuestros propios esfuerzos, los cuales nunca podrían adquirir justificación, más que nuestra justificación es por cristo solamente, que adquirió justificación para nosotros.

Visto que la justificación conlleva una declaración legal, ella es un acto instantáneo. Alguien esta justificado o no –justificado; nadie se vuelve justificado gradualmente, mas es declarado justo instantáneamente cuando cree en el evangelio. Por lo tanto, el concepto de justificación excluye el proceso por el cual el creyente crece en conocimiento y santidad, que es parte de la santificación.

Los cristianos que afirman la justificación por la fe solamente, todavía, frecuentemente confunden justicia imputada con justicia infundida. La justificación es una justicia imputada, y la santificación es una justicia infundida. La justificación es una declaración instantánea de justicia, mas la santificación se refiere al crecimiento espiritual del creyente tras haber sido justificado por Dios.

ADOPTADOS

Habiendo sido declarados justos por Dios, la ADOPCIÓN es un acto suyo por el cual hace que los elegidos justificados se tornen miembros de su familia.

Algunas personas piensan que todo ser humano es un hijo de Dios. Contra esta concepción errónea, la Biblia enseña que, por el contrario, todo no cristiano es un hijo del Diablo:

El campo es el mundo, y la buena semilla representa a los hijos del reino. La mala hierba son los hijos del maligno,

(Mateo 13:38)

—¿No los he escogido yo a ustedes doce? —repuso Jesús—. No obstante, uno de ustedes es un diablo.

(Juan 6:70)

Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!

(Juan 8:44)

«¡Hijo del diablo y enemigo de toda justicia, lleno de todo tipo de engaño y de fraude! ¿Nunca dejarás de torcer los caminos rectos del Señor?

(Hechos 13:10)

El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo.

(1 Juan 3:8)

Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano.

(1 Juan 3:10)

No seamos como Caín que, por ser del maligno, asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo hizo? Porque sus propias obras eran malas, y las de su hermano justas.

(1 Juan 3:12)

Por otro lado, aquellos que fueron salvos por Cristo también fueron hechos hijos de Dios:

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.

(Romanos 8:14-17)

No es poca cosa ser llamado hijo y heredero de Dios. Tal vez esta doctrina haya sido tan diluida y abusada en los círculos cristianos y en el mundo que nosotros no estamos tan impresionados con ella cuanto deberíamos estar: “¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él.

(1 Juan 3:1)”.

Una implicación importante de haber sido adoptados en la familia de Dios es que ahora nos podemos relacionar con él como nuestro Padre celestial, y que ahora podemos tener comunión con otros cristianos como verdaderos miembros de una familia. En realidad, la unión entre los cristianos debería ser más fuerte que aquella que existe entre los miembros de una familia natural. Nosotros fuimos unidos por la voluntad divina, por la sangre de Cristo y por una fe común.

La mayoría de las personas supone que la Biblia nos enseña a tratar a los otros de una forma imparcial. Por ejemplo, no se debe dar un trato especial a un rico solo por ser rico (Santiago 2:1-9). Con todo, la Biblia no enseña que debemos tratar a todos de la misma manera; antes, nosotros tenemos que dar prioridad a ciertas personas: “por tanto, según tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, especialmente a los de la familia de la fe”. Nosotros tenemos que colocar a los cristianos en primer lugar cuando fuéremos a proveer asistencia a otras personas.

Debemos ser cuidadosos para evitar confundir adopción con otros ítems en los beneficios de la redención. Por ejemplo, regeneración es una resurrección espiritual que capacita al individuo para responder positivamente a Dios, pero la persona no se torna por esto hijo de Dios. Es posible para una criatura racional estar espiritualmente viva, sin ser un miembro de la familia divina en el sentido denotado por la adopción. Ángeles pueden ser un ejemplo de esta clase de seres.

Más allá de eso, adopción no es justificación. Seria posible para Dios declarar legalmente a alguien como justo sin hacer también de esta misma persona un hijo a través de la adopción. Alguien que fue regenerado y justificado permanece como justo delante de Dios, y nunca será condenado (Romanos 8:33). Pero la doctrina de la adopción nos ilumina aun más con respecto a la extensión de su amor para con sus elegidos, que, mas allá de salvarlos del pecado y del infierno, también los hizo sus hijos y herederos.

Varios ítems en los beneficios de la redención han sido distorsionados por algunas personas para denotar deificación; la doctrina de la regeneración y de la glorificación son especialmente susceptibles al abuso. Un entendimiento apropiado de la adopción nos ayudara a evitar este error. Un predicador dice lo siguiente:

Pedro dice esto claramente; él dice: “nosotros somos participantes de la naturaleza divina”. Esta naturaleza es la vida eterna en absoluta perfección. Y esta fue comunicada, inyectada en su espíritu humano, y usted la recibió de Dios de la misma forma en que la ha comunicado a su hijo. ¡Este hijo no nació como una ballena! ¡Él nació como un humano! ¿No es esto verdad? Bien, ahora, ¿usted no tiene un lado humano? Eres uno de ellos. Usted no tiene a un Dios dentro suyo usted es uno. (42)

Este predicador o esta queriendo decir alguna otra cosa o se equivoco en el camino, lo que haría suponer un extremo descuido y expresa indiferencia al ministerio de la predicación, o quiere decir lo que dijo, lo cual constituye una blasfemia del tipo mas terrible. En otras palabras, si esto fue apenas una elección infeliz de palabras, entonces fue una elección muy infeliz de palabras; si fue una elección buena de palabras, entonces fue una doctrina muy blasfema. Ambos errores son suficientes para resultar en un despido del ministerio, sino en excomunión de la iglesia.


Jesús es “Unigénito” de Dios (Juan 3:16; Juan 3:18, 1 Juan 4:9); él tiene un lugar único delante de Dios y una relación peculiar con él. Nosotros somos hijos adoptados de Dios, y la regeneración no nos vuelve parte de la Trinidad. Que Jesús sea también aludido como el “Primogénito” (romanos 8:29) denota su preeminencia entre la creación divina y sus elegidos, de acuerdo con la mentalidad hebraica, y no significa que nosotros seamos los hijos subsecuentes de Dios en el mismo sentido y en el mismo orden de Dios el hijo. Por ejemplo, Colosenses 1:15 dice: “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación”. Esto no significa que el universo y los planetas sean hijos de Dios.

SANTIFICADOS

La palabra SANTIFICACIÓN puede ser usada en dos sentidos. SANTIFICACIÓN DEFINIDA se refiere al quiebre instantáneo y decisivo del dominio del pecado sobre el nuevo creyente que llega a la fe en Cristo. Dios lo consagró y separó del mundo. Pero en esta sección estamos interesados en la SANTIFICACIÓN PROGRESIVA, que se refiere al crecimiento gradual del creyente en conocimiento y santidad, de forma que habiendo recibido la justicia legal en la justificación él puede ahora desarrollar una justicia personal en su pensamiento y comportamiento.

Algunas personas comenten el engaño de pensar que toda la santificación es como la justificación, en el sentido de ser un acto inmediato de Dios por el cual nos hace alcanzar la perfecta santidad en pensamiento y conducta y, así, infiriendo que los verdaderos cristianos no cometen mas pecados de forma alguna. Sin embargo, aunque ella tenga un punto definido de comienzo en la regeneración, la Biblia describe la santificación como un proceso de crecimiento en el que alguien piensa y se comporta cada vez más de una forma agradable a Dios, y se conforma a la semejanza de Cristo.

Varios pasajes bíblicos pueden dar la impresión de que alguien cesa de pecar totalmente tras la regeneración. Por ejemplo, 1 Juan 3:9 dice: “Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; él no puede estar en el pecado, porque es nacido de Dios”. Pero este versículo esta diciendo apenas que aquel que es nacido de Dios no continua en el pecado, y no que él no peca en hipótesis alguna. En verdad, él escribe en el inicio de la epístola: “si afirmamos que estamos sin pecado, nos engañamos, y la verdad no esta en nosotros” (1.8). Esto es, una persona regenerada debe exhibir una transformación definida en su pensamiento y comportamiento. La perfección no esta en vista aquí, mas si un inequívoco cambio del pensar y vivir perversos a un pensar y vivir santos.

En la misma carta, el apóstol Juan escribe: “mis hijitos, les escribo estas cosas para que no pequen. Si, sin embargo, alguien pecare, tenemos un intercesor junto al padre, Jesucristo, el Justo” (1 Juan 2:1). La obra expiatoria de Cristo pago eficazmente no solamente por aquellos pecados que nosotros cometimos antes de la regeneración, sino también por aquellos subsecuentes a ella. No obstante, Juan no escribe esto para concedernos la liberta para pecar, sino por el contrario, él dice: “les escribo estas cosas para que ustedes no pequen”. El versículo también muestra que él no exige que los cristianos hayan alcanzado la perfección impecable, visto que él hace provisión para aquel que peca diciendo: “si, sin embargo, alguien pecare, tenemos un intercesor junto al padre, Jesucristo, el justo”.

Hebreos 12:4 presenta la santificación como una “lucha contra el pecado”, pero la Biblia también nos dice que esta es una lucha que podemos vencer. Pablo escribe:

No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.

(Romanos 6:13-14)

El pecado no es nuestro maestro de manera que no debemos obedecerle. Fuimos librados del pecado para que ahora podamos llevar vidas justas.

Como en todas las áreas de nuestra vida espiritual, el modo por el cual crecemos en santidad incluye el intelecto y la volición, o el entendimiento y la voluntad. Pedro escribe: “Que abunden en ustedes la gracia y la paz por medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús nuestro Señor.

Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda.” (2 Pedro 1:2-3). Crecemos en madurez espiritual primero a través del conocimiento. Seria imposible apartarse de la iniquidad y seguir la justicia sin un claro concepto de lo que la impiedad y la injusticia significan, y que tipos de pensamientos y acciones corresponden a cada una de ellas. En cuanto a nuestra volición, Pablo escribe: “considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en cristo Jesús” (romanos 6:11).

Como todos los ítems que este capitulo discute, la santificación es una obra de Dios; sin embargo, ella es SINÉRGICA en naturaleza, significando que en un sentido ella también es una obra del hombre, y requiere su voluntad y esfuerzo deliberados en el proceso. Sobre este asutnto, Pablo escribe:

Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre —no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia—lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.

(Filipenses 2:12-13) (43)

El creyente debe activamente hacer su parte en la santificación, de forma que persigua una vida de obediencia a Dios “con temor y temblor”.

Sin embargo, en la continuación del pasaje, es explicado que incluso el desarrollo de nuestra salvación es definitivamente una obra de Dios: “es Dios quien efectúa en ustedes tanto el querer como el hacer, de acuerdo con su buena voluntad”. Nuestras acciones y decisiones permanecen bajo el control suyo tras nuestra regeneración y santificación. Por tanto, aunque una persona este conciente de sus esfuerzos y luchas en la santificación, al final Dios recibe la gloria, y el creyente aun no podrá gloriarse de sus propias realizaciones.


PRESERVADOS

Todos los que pasan por una fase de la aplicación de la redención, experimentaran también la fase siguiente. Por ejemplo, todos aquellos a quienes Dios predestino, también llamara a la salvación en el debido tiempo. Ahora bien, Romanos 8:30 dice: “a los que justifico, también glorifico”. Tal declaración necesariamente implica que todos los que experimentan la justificación también experimentaran la glorificación; nadie que este justificado dejara de ser glorificado. Visto que la glorificación se refiere a la consumación de la obra salvadora de Dios en el elegido, esto significa que una vez que un individuo halla sido justificado a los ojos de Dios, su justicia legal nunca se perderá. Visto que todos aquellos que son justificados también serán glorificados, los verdaderos cristianos nunca perderán su salvación.

Esta doctrina es a menudo llamada PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS; y también SEGURIDAD ETERNA en algunos círculos. Estos términos son aceptados, visto que los creyentes verdaderos concientemente perseveraran en la fe y los elegidos están, de hecho, eternamente seguros en su salvación. Aun así, muchos pasajes bíblicos tratando con este tópico enfatizan que es Dios quien activamente preserva al creyente del principio al fin de su salvación, que Jesús es “el autor y consumador de nuestra fe” (Hebreos 12:2). Siendo este el caso, PRESERVACIÓN es un mejor término. El refleja el hecho de que, al final de cuentas, es Dios quien mantiene la salvación de los cristianos, y no el creyente en si.

Favorecer la perspectiva de la preservación no niega que el creyente deba deliberadamente perfeccionarse y concientemente esforzarse a fin de perseverar. Es anti-bíblico decir, que visto que es Dios en último análisis quien nos guarda, luego, no precisamos ejercer ningún esfuerzo, conciente en nuestro desarrollo espiritual. “relájese, y deje que Dios haga todo”, una frase popular que probablemente vino del movimiento de Keswick, es anti-bíblica cuando es aplicada a la santificación. Sin embargo, la palabra “preservación” nos ayuda a recordar que es Dios que concede y causa cualquier perfeccionamiento y estabilidad en nuestro crecimiento en conocimiento y santidad, aunque estemos dolorosamente concientes de los esfuerzos que ejercemos para nuestro desarrollo espiritual.

Hay muchos pasajes bíblicos que enseñan que Dios preserva a aquellos a quienes eligió, regenero, y justifico:

Haré con ellos un pacto eterno: Nunca dejaré de estar con ellos para mostrarles mi favor; pondré mi temor en sus corazones, y así no se apartarán de mí.

(Jeremías 32:40)

Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo. Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envió. Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el día final.

(Juan 6:37-39)

Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar.

(Juan 10:28-29)

Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

(Romanos 8:38-39)

Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de nuestro Señor Jesucristo.

(1 Corintios 1:8)

Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas.

(2 Corintios 1:21-22)

Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.

(Filipenses 1:6)

Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo—irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.

(1 Tesalonicenses 5:23-24)

Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado.

(2 Timoteo 1:12)

El Señor me librará de todo mal y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

(2 Timoteo 4:18)

¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos.

(1 Pedro 1:3-5)

Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo, a los que son amados por Dios el Padre, guardados por[a] Jesucristo y llamados a la salvación:

(Judas 1:1)

¡Al único Dios, nuestro Salvador, que puede guardarlos para que no caigan, y establecerlos sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia, sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para siempre! Amén.

(Judas 1:24-25)

La doctrina de la preservación no dice que cualquiera que hiciere una profesión de fe en Cristo este por tanto salvo y nunca se perderá, visto que su profesión puede ser falsa. Antes, la doctrina enseña que los verdaderos cristianos nunca se perderán. Ellos nunca se apartaran permanentemente de Cristo, aunque algunos de ellos puedan incluso caer profundamente en el pecado por algún tiempo.

Un verdadero cristiano es alguien que dio asentimiento verdadero al evangelio, y cuya “fe sincera” (1 Timoteo 1:5) se hace evidente a través de una transformación duradera de pensamientos, conversación y comportamiento en conformidad con las exigencias de la escritura. Juan dice que alguien que es regenerado “no puede continuar pecando” (1 Juan 3:9). Por otro lado, una persona que produce una profesión de Cristo como resultado de un falso asentimiento al evangelio puede permanecer “solamente un poco de tiempo. Cuando surge alguna tribulación o persecución por causa de la palabra, luego la abandona” (Mateo 13:21).

Algunas veces incluso los elegidos pueden caer en serio pecado, pero tal caída nunca será permanente. Todavía, mientras una persona este viviendo un estilo de vida pecaminoso, no tenemos razón para creer en su profesión de fe en aquel momento especifico, y por lo tanto, debemos pensar de él. Jesús enseña que un rechazo obstinado para arrepentirse es una razón suficiente para la excomunión:

»Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado.

(Mateo 18:15-17).

Visto que él es considerado un incrédulo, no puede ser un candidato para el casamiento, no puede participar en la comunión, y no puede mantener ninguna responsabilidad ministerial. Él puede ser de hecho un verdadero cristiano, pero no hay ninguna forma de estar seguro de esto mientras permanezca en el pecado. Antes, debe ser considerado y tratado como un incrédulo, juntamente con todas las implicaciones de tal suposición. “Por lo tanto, hermanos, empéñense aun mas para consolidar el llamado y la elección de ustedes, pues si actúan de esta forma jamás tropezaran” (2 Pedro 1:10).

Aquellos que caen y nunca se arrepienten jamás fueron verdaderamente salvos. Juan dice: “Aunque salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros.”

(1 Juan 2:19). Judas pareció haber seguido a Jesús por varios años, pero Jesús dijo: “¿no fui yo que los escogí, a los 12? Sin embargo, ¡uno de ustedes es un diablo!” (Juan 6:70). El versículo 64 explica: “Jesús sabia desde el principio cuales de ellos no creían y quien lo iría a traicionar”.

Así, no es que Judas tuvo una verdadera fe, y entonces cayo en pecado y perdió la salvación; por el contrario, él nunca tubo verdadero fe. Jesús escogió a Judas sabiendo que él seria el traidor: “mientras estaba con ellos, yo los protegí y los guarde en el nombre que me diste. Ninguno de ellos se perdió, a no ser aquel que estaba destinado a la perdición, para que se cumpliese la escritura” (Juan 17:12). Este versículo presupone la elección divina, y explícitamente enseña las doctrinas de la preservación y de la condenación. Jesús guardo a salvo a los once, que estaban entre los elegidos, pero Judas se perdió porque él, antes que nada, nunca había sido salvo; estaba entre los condenados, “preparados para destrucción”.

Por otro lado, aquellos de entre los elegidos que parecen decaer en su fe, todavía, retiene su salvación y retornan a Cristo de acuerdo con el poder de Dios para preservarlos. Por ejemplo, incluso antes de que Pedro niegue a Cristo, le fue dicho: “Simón, Simón, Satanás te pidió para zarandearte como a trigo. Pero yo ore por ti, para que no desfallezca tu fe. Y cuando te conviertas, fortalece a tus hermanos” (Lucas 22:31-32). Es verdad que si la fe de alguien se pierde realmente entonces también perdió su salvación; sin embargo, es el mismo Dios quien impide que la fe de sus elegidos fracase. Y, así como Jesús oro por Pedro, él esta ahora orando por todos los cristianos, de modo que no importa cuales problemas espirituales ellos parezcan estar experimentando, al final la fe de ellos no perecerá:

»No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos,

(Juan 17:20)

Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.

(Hebreos 7:25)

Jesús no hizo tal oración por Judas, mas oro solamente por sus elegidos: “yo ruego por ellos. No estoy rogando por el mundo, sino por aquellos que me diste, pues son tuyos” (Juan 17:9).

Una de las objeciones mas comunes a esta doctrina declara que, si es verdad que el creyente no puede perder su salvación, entonces esto constituye una licencia implícita para pecar. El cristiano puede cometer todo tipo de pecado y aun permanecer seguro en Cristo. Sin embargo, el verdadero cristiano no desea vivir en el pecado, aunque pueda ocasionalmente tropezar. El verdadero creyente detesta el pecado y ama la justicia. Alguien que peca de manera infrenable no es un cristiano absolutamente.

Hay varios pasajes bíblicos que ordenan a los cristianos a buscar la justicia y evitar la impiedad. Algunos de estos pasajes son tan fuertes en expresión y contienen advertencias tan siniestras, que algunos las interpretan incorrectamente, como si dieran a entender que es posible para un verdadero creyente perder su salvación. Por ejemplo, Hebreo 6:4-6 dice los siguientes:

Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después de todo esto se han apartado. Es imposible, porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública.

En primer lugar, sea lo que sea que este pasaje signifique, no dice que los elegidos renuncian de hecho a su fe. Vamos a asumir que el pasaje está diciendo que si alguien cae de la fe después de alcanzar cierto estado de desarrollo espiritual, de hecho perdería su salvación. Esto no desafía a la doctrina de la preservación, en realidad, podemos concordar de todo corazón con tal declaración. Si el elegido sincera y permanentemente renuncia a Cristo, entonces pierde su salvación. Sin embargo, nosotros ya leímos varios versículo diciendo que esto nunca puede acontecer, que el verdadero creyente nunca renunciara a Cristo de forma sincera y permanente, y el pasaje de arriba no dice nada que contradiga esto. Juan dice que aquellos que se apartan de la fe nunca estuvieron verdaderamente en la fe.

En segundo lugar, varios versículos adelante, el escritor declara explícitamente que lo que este pasaje describe no acontecerá a sus lectores: “amados, aun hablando de esta forma, estamos convencidos de cosas mejores en relación a ustedes, cosas que acompañan a la salvación” (Hebreos 6:9). Parafraseando él esta diciendo: “aunque estemos hablando de esta forma, estoy seguro de que en lo que se refiere a la salvación, esto no acontecerá con ustedes”.

En tercer lugar, debemos recordar que Dios usa varios medios por los cuales realiza sus fines. Por ejemplo, aunque haya determinado inmutablemente las identidades de aquellos a quienes salvaría, no salva a estas personas sin valerse de medios. Antes, salva a los elegidos por medio de la predicación del evangelio, y de la fe en Cristo que coloca dentro de ellos. Dios usa varios medio para realizar sus fines, y el escoge y controla tanto los medios como los fines.

Consecuentemente, solo porque se nos dice que los elegidos perseveraran en la fe, no significa que Dios no les advertirá contra la apostasía. En verdad, estas advertencias escriturarles sobre las consecuencias de renunciar a la fe cristiana son uno de los medios por los cuales Dios impide que sus elegidos cometan apostasía. Los réprobos ignoraran estas advertencias, pero los elegidos prestaran atención a ellas (Juan 10:27), y así, ellos continuaran operando la propia santificación “con temor y temblor” (Filipenses 2:12). Concerniente a las palabras de Dios, Salmo 19:11 dice: “por ellas tu siervo es advertido; hay gran recompensa en obedecerlas”.




Notas:

(35)Ella es “radical” en el sentido de que afecta a la raiz de la personalidad de una persona.

(36) hay otras posibilidades dependiendo del contexto de la conversación, pero nos quedaremos con estas dos para nuestro propósito.

(37) Es imposible afirmar (2) por si misma, visto que no se puede creer que Dios sea alguien que recompense a aquellos que lo buscan a menos que primero se crea que él existe – a menos que lo que se quiera decir es que Dios seria alguien que galardona a aquellos que lo buscan si (1) es verdad, aunque la persona lo niegue.

(38) Ferguson, The Christian Life; P.66

(39) “Reconocer” es solo otra palabra para “asentir”, y demostramos anteriormente que el Corazón es la mente o intelecto.

(40) podemos encontrar otro ejemplo en la doctrina de la elección. Juan enfatiza la soberanía absoluta de Dios en la salvación tanto cuanto Pablo, pero los dos usan palabras diferentes para enseñar la misma doctrina.

(41) Reymond, Systematic Theology; P.750.

(42) Kenneth Copeland, “The force of love” (Fort Worth: Kenneth Copeland Ministries), cinta de cassette #02-oo28. Citado en John F. MacArthur, Jr., Charismatic chaos., Grand Rapids, Michigan: Zondervan publishing House, 1992; p.331. Cuando Paul Crouch dijo, “yo soy un pequeño Dios” Copeland respondió, “si, si” nuevamente, cuando Crouch dijo, “yo soy un pequeño Dios” Copeland respondió, “Usted es todo lo que El es”. Ibid., p.332-333

(43) La palabra “salvación” no debe ser confundida con justificación, visto que Pablo no esta hablando de obtener justicia legal delante de Dios en este pasaje. Regeneración, justificación, santificación, etc. Están todas debajo del termino general “salvación”, y así el lector debe prestar atención al contexto para ver en que sentido el termino esta siendo usado. Aquí, Pablo amonesta a los creyentes a ejercer esfuerzo consciente en su crecimiento espiritual, o santificación.

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